El coleccionista recibió de nuevo una indeseada llamada de Rory.
—Acabo de estar en la casa —anunció—. Mariah y el abogado estaban a punto de salir hacia el juzgado. La verdad es que me estoy poniendo nerviosa. Mencionaron que a Kathleen tal vez le hubieran tendido una trampa. Hasta ahora, creí que solo intentarían demostrar que estaba loca. Sabe Dios que es así. ¿Estás seguro de que no dejaste nada que te delatara; huellas en algún sitio o algo parecido?
—Hemos quedado en vernos esta noche. ¿No podías haberte esperado a hablar conmigo entonces?
—Oye, no hace falta que me trates como a un perro. Los dos estamos metidos en esto hasta el cuello. Si por alguna razón empiezan a investigarme, descubrirán mis antecedentes y estaré acabada. Te veré esta noche. Asegúrate de que traes toda mi parte. Las cosas se están complicando demasiado por aquí. Pienso largarme antes de que sea demasiado tarde. Y no temas; no vas a volver a saber de mí después de esta noche, te lo aseguro.
—El hecho de que tengas antecedentes no significa que puedan relacionarte con nada de esto —respondió secamente—. En cambio, si desapareces, sabrán que estás implicada en el asunto y te buscarán. Así que cálmate. Si hablan contigo, haz el papel de cuidadora cariñosa que se muere de ganas de que la buena de Kathleen vuelva a casa.
—No puedo hacer eso. No saldrá bien. Mentí en la agencia cuando solicité el trabajo de cuidadora. Sabes que me inventé el nombre y que violé la condicional. Tengo que largarme de allí.
—Como quieras —espetó—. Te traeré el dinero esta noche. Como acordamos, tomarás el metro hasta la estación de Chambers Street. Tienes que estar allí a las ocho en punto. Yo aparcaré en la esquina un pequeño coche negro, el que ya has visto. Daremos una vuelta a la manzana. Tendrás el dinero y podrás contarlo. Después te dejaré de nuevo en el metro y serás libre de hacer lo que quieras con tu vida.
Mientras colgaba, Rory recordó que había decidido no volver a meterse en problemas cuando salió de la cárcel la última vez. Si Joe Peck me hubiera pedido que me casara con él…, se dijo. Si lo hubiera hecho, jamás habría cogido este trabajo en New Jersey. Y no habría estado en esa casa cuando esta alimaña llegó una noche a cenar y me reconoció. Entonces me chantajeó para que participara en este asunto.
Se permitió una sonrisa triste. Por otro lado, detestaba limpiar y dar de comer a todos esos chalados desde que salí de la cárcel. Al menos hubo momentos entretenidos, como cuando encontré esas fotos de Jonathan y Lily y se las enseñé a Kathleen. Supongo que necesitaba un poco de diversión en mi vida.
Y ahora, con dinero en el bolsillo, podré divertirme de verdad, sin orinales en el horizonte.