Una vez en su camarote, mientras se preparaban para acostarse, Regan y Jack comentaban su primer día en el mar.
—No me puedo creer que Alvirah nos haya metido en esto —comentó Regan en la puerta del baño, mientras se lavaba los dientes—. Ya me estoy imaginando qué le estará diciendo mi padre a mi madre.
—Los dos sabemos que Alvirah es un imán para los conflictos —replicó Jack, quitándose los zapatos—. Pero lo que sí es verdad es que para ser un crucero que pretende honrar a la flor y nata de la bondad humana, están pasando cosas rarísimas.
—Pues sí. Si un miembro de la tripulación tenía problemas con la ley, deberían haberlo averiguado antes de contratarlo. ¿Quién sabe quién más podría ir a bordo del barco? Es evidente que quien robó los trajes de Santa Claus sigue aquí, y si Ivy vio de verdad a alguien, es evidente que ese alguien no quiere darse a conocer.
—Mañana por la mañana vaya pedir a Dudley una lista de pasajeros y empleados. En la oficina pueden darle un repaso, a ver si encuentran algo raro.
Jack puso la televisión. Los nuevos retazos de emisiones que llegaban al barco se repetían una y otra vez. Volvió a aparecer en pantalla una foto de Bala Rápida Tony Pinto.
—Regan, ven.
Regan salió del baño.
—¿Qué pasa?
La noticia informaba de que Bingo Mullens, delincuente asociado con Tony Pinto, era quien había dispuesto su huida.
—Mírale la cara, Regan. Bala Rápida se parece muchísimo a ese escritor boxeador, ¿no?
—Pues sí. Y anda suelto. —Regan alzó las cejas—. A lo mejor es el que vio Ivy esta noche.
Los dos se echaron a reír justo cuando el barco daba un fuerte bandazo.
—Pues si está a bordo, espero que no se tope con Alvirah —bromeó Jack—. Anda, vamos a la cama.
Regan sonrió.
—Una oferta que no puedo rechazar.