Victor Orsini y Phillip Carter nunca comían juntos. Orsini sabía que Carter lo consideraba el protegido de Collins. Siete años atrás, cuando había optado al puesto de Carter y Collins, la decisión final giraba entre él y otro candidato. Collins se había decidido por Orsini. Desde el principio, la relación con Carter había sido cordial, pero nunca cálida.
Ese día, sin embargo, mientras esperaban el lenguado al horno y la ensalada que habían pedido, a Orsini le daba lástima el evidente malestar de Carter. Habían tenido montones de periodistas en la oficina y llamadas telefónicas de los medios de comunicación preguntando cómo era posible que la empresa Collins y Carter no hubiera detectado las mentiras en el currículum de Helene Petrovic.
—Les he dicho la pura verdad —comentó Phillip Carter mientras tamborileaba nerviosamente con los dedos sobre el mantel—. Ed siempre investigaba meticulosamente a los posibles candidatos, y de este contrato se ocupó él. Su desaparición y el hecho de que la policía manifieste abiertamente que no cree que haya muerto en el accidente del puente no hacen más que echar leña al fuego.
—¿Jackie recuerda algo sobre el contrato de Petrovic? —preguntó Orsini.
—Acababa de empezar a trabajar para nosotros. La carta lleva sus iniciales, pero no se acuerda. ¿Por qué iba a acordarse? El currículum iba acompañado del habitual informe brillante. Después de recibirlo, el doctor Manning se entrevistó con ella y la contrató.
—De todos los campos en los que a uno lo pueden pillar en un error de verificación de referencias fraudulentas, el médico es el peor.
—Sí, así es —coincidió Phillip—. Si Helene Petrovic cometió algún error y demandan a la Clínica Manning, hay muchas posibilidades de que la clínica nos demande a nosotros.
—Y gane.
Carter asintió con un gruñido.
—Y gane. —Se detuvo—. Victor, tú trabajabas más con Ed que conmigo. Esa noche, cuando te llamó desde el teléfono del coche y te dijo que quería verte a la mañana siguiente, ¿te dijo algo más?
—No. ¿Por qué?
—¡Venga, Victor! —Exclamó Phillip Carter—. ¡Ya está bien de juegos! Si Ed se las arregló para cruzar el puente sano y salvo, ¿hubo algo en la conversación que te hiciera sospechar que podía usar el accidente para desaparecer?
—Phillip, sólo dijo que quería asegurarse de que yo estaría a la mañana siguiente en la oficina —respondió Orsini levantando un poco la voz—. Era una comunicación bastante mala. Fue lo único que me dijo.
—Lo siento. Estoy tratando de averiguar algo que explique un poco las cosas. —Carter suspiró—. Victor, quería hablar contigo. El sábado Meghan va a llevarse los objetos personales de Ed de su despacho. Puedes ocuparlo el lunes. No hemos tenido un año muy brillante, pero creo que dentro de lo razonable podemos redecorarlo.
—Ahora no te preocupes por eso.
No tenían mucho más que decirse.
Orsini notó que Phillip Carter ni siquiera había insinuado que, una vez que la situación legal de Ed Collins se arreglara, le ofrecería una participación en la empresa. Sabía que era una oferta que no le haría nunca. Por su parte, era sólo cuestión de semanas que volviera a quedar vacante el puesto que había estado a punto de conseguir el año anterior. Esta vez, le habían ofrecido un sueldo mejor, una vicepresidencia y la posibilidad de acciones.
Ojalá pudiera irse. Coger todas sus cosas y salir ese mismo día hacia allí. Pero bajo las circunstancias actuales era imposible. Tenía algo que encontrar, algo que quería comprobar en la oficina y, ahora que lo trasladaban al despacho de Ed, quizá le resultaría más fácil dar con ello.