Kerry volvió a su despacho tras la llamada de Si Morgan. Ahora estaba convencida de que Jason Arnott estaba definitivamente ligado a la muerte de Suzanne Reardon. Sin embargo, tendría que esperar para averiguar el «cómo» hasta que el FBI lo detuviera, y ella y Frank Green tuvieran la oportunidad de interrogarle. Había un montón de mensajes sobre su escritorio, uno de ellos, el que le había dejado Jonathan, tenía la señal de «urgente». Le había dejado el número privado de su despacho. Kerry lo llamó inmediatamente.
—Gracias por llamarme, Kerry. Tengo que ir a Hackensack y quiero hablar contigo. ¿Te va bien comer conmigo?
Unas semanas atrás, hubiera comenzado la conversación preguntándole: «¿Te va bien comer conmigo, señora juez?».
Kerry comprendió que la omisión no era accidental ese día. Jonathan no se andaba con tapujos: si entre las consecuencias políticas de su investigación se encontraba la renuncia de Frank Green a su candidatura, ella tendría que ir olvidándose del cargo de juez. Así era la política, además, había muchísima gente que reunía las condiciones necesarias para ocupar el puesto.
—Claro, Jonathan.
—En Solari’s a la una y media.
Estaba convencida de que sabía por qué la había llamado. Le habría llegado la noticia de la muerte del doctor Smith y estaría preocupado por ella y Robin.
Llamó al despacho de Geoff. Estaba comiendo un sándwich sentado en su escritorio.
—Menos mal que estoy sentado —dijo cuando la abogada terminó de contarle lo que se había averiguado en relación a Arnott.
—El FBI va a fotografiar y catalogar todo lo que encuentre en la casa de las Catskills. Morgan nos ha dicho que aún no se ha decidido si se va a trasladar todo a un almacén o si se va a invitar a las personas que sufrieron los robos a que identifiquen las obras allí mismo. De todos modos, cuando Green y yo vayamos a hablar con Arnott, queremos que la señora Reardon nos acompañe para identificar el marco.
—Le pediré que aplace la angioplastia por unos días. Kerry, uno de nuestros socios ha ido a los tribunales esta mañana y me ha dicho que Royce ha solicitado al juez que prolongue la pausa para el almuerzo una hora más. Se rumorea que le ha ofrecido la inmunidad absoluta a la administradora de Jimmy Weeks. No quiere apostar fuerte y arriesgarse a perder otro testigo importante.
—Entonces nos estamos acercando al momento de la verdad.
—En efecto.
—¿Has llamado a Skip para decirle lo de la carta del doctor Smith?
—Justo después de hablar contigo.
—¿Y cómo ha reaccionado?
—Se ha echado a llorar. —La voz de Geoff adquirió un tono más grave—. Yo también. Le van a soltar, Kerry, y todo gracias a ti.
—No, te equivocas. Todo se debe a ti y a Robin. Yo he estado a punto de dejarle en la estacada.
—Ya hablaremos de eso en otra ocasión, Kerry. Deidre Reardon me está llamando por la otra línea. Llevo un rato intentando hablar con ella. Luego hablamos. No quiero que tú y Robin paséis la noche a solas en casa.
Antes de salir a comer con Jonathan, Kerry llamó al teléfono celular de Joe Palumbo. El investigador respondió enseguida.
—Palumbo, ¿dígame?
—Joe, soy yo, Kerry.
—Ya se ha acabado el recreo. Robin ha vuelto a entrar. He aparcado delante de la puerta principal, que es la única puerta que no está cerrada con llave. Luego la llevaré a casa y me quedaré con ella y la canguro. —Se interrumpió—. No te preocupes, mamá. Voy a cuidar bien de tu pequeña.
—Sé que lo vas a hacer. Gracias, Joe.
Se le hacía tarde. Salió apresuradamente al pasillo y se coló en el ascensor, que estaba a punto de cerrarse. No podía quitarse de la cabeza el alfiler. No sabía por qué, pero había algo en él que le resultaba sumamente familiar. Las dos partes. La flor y el capullo, como una madre y un hijo. La mamá y su pequeña… ¿Por qué tenía la impresión de que aquello le resultaba familiar?
Jonathan ya estaba sentado a la mesa bebiendo una gaseosa. Cuando la vio aparecer, se levantó. El abrazo, breve y cordial, que le dio la tranquilizó.
—Tienes aspecto de estar muy cansada, jovencita —dijo—. ¿O será que estás muy agobiada?
Siempre que le hablaba así, Kerry tenía la sensación de que le invadía la calidez de los tiempos en que su padre estaba vivo. Entonces se sentía sumamente agradecida por el hecho de que Jonathan hubiera desempeñado el papel de segundo padre en tantos momentos de su vida.
—Está siendo un día muy movido —dijo al sentarse—. ¿Te has enterado de lo que le ha ocurrido al doctor Smith?
—Grace me ha llamado para decírmelo. Ella se ha enterado por la radio a las diez, cuando estaba desayunando. Parece que ha sido de nuevo por obra y gracia de Weeks. Grace y yo estamos angustiados por Robin.
—Yo también. De todos modos, Joe Palumbo, uno de nuestros investigadores, está vigilando la entrada del colegio. Se quedará con ella hasta que yo llegue a casa.
El camarero estaba aguardando.
—Vamos a pedir —sugirió Kerry— y luego te pongo en antecedentes.
Ambos optaron por una sopa de cebolla, que les fue servida casi de inmediato. Mientras comían, Kerry le explicó que el doctor Smith le había enviado un paquete con todas las joyas y una carta.
—Me avergüenzo de haber intentado disuadirte de que continuaras con la investigación —dijo Jonathan con voz queda—. Haré lo que pueda, pero si el gobernador llega a la conclusión de que la candidatura de Green está en peligro, no me extrañaría que te hiciera pagar las consecuencias.
—Bueno, al menos hay esperanza —comentó Kerry—, y podemos dar las gracias a Grace por la pista que le ha dado al FBI. —Entonces le contó lo que había averiguado acerca de Jason Arnott—. Puedo imaginarme de qué manera Frank intentará contrarrestar la publicidad negativa que va a generar la noticia de que Skip Reardon fuera procesado de forma injusta. Se muere por anunciar que el ladrón que asesinó a la madre del diputado Peale ha sido capturado gracias a una pista proporcionada por la esposa del senador Hoover. Al final va a resultar que eres su mejor amigo. Es comprensible, al fin y al cabo, tú eres seguramente el político más respetado de Nueva Jersey.
Jonathan sonrió.
—Se podría ir mas lejos y decir que Grace consultó antes a Frank y éste le instó para que llamara al FBI. —La sonrisa desapareció de sus labios—. Kerry, ¿qué relación hay entre la posible culpabilidad de Arnott en el caso Reardon y la amenaza a Robin? ¿Existe la posibilidad de que Arnott sea la persona que le sacó la foto que te enviaron?
—Ninguna. Fue el propio padre de Robin el encargado de transmitirnos la amenaza. Al final, acabó prácticamente admitiendo que fue Jimmy Weeks quien mandó que se sacara la fotografía.
—¿Cuál es el siguiente paso?
—Lo más probable es que mañana a primera hora Frank Green y yo llevemos a Deidre Reardon a las Catskills para que identifique el marco miniatura. Arnott ya debería estar esposado ahora. Lo van a retener en la cárcel local, al menos por el momento. Luego, una vez hayan especificado qué objetos se robaron en cada casa, le procesarán en los lugares donde corresponda. Creo que lo primero que harán será juzgarle por el asesinato de la madre del diputado Peale. Y, claro está, si es él el responsable de la muerte de Suzanne Reardon, también le procesaremos aquí.
—¿Y si no habla?
—Hemos mandado un comunicado a todos los joyeros de Nueva Jersey, aunque, como es lógico, nos hemos concentrado en el condado de Bergen, ya que Weeks y Arnott viven aquí. Me imagino que alguno de los joyeros reconocerá las joyas más modernas y dirá que son de Weeks. La pulsera de anticuario seguramente sea de Arnott. La pulsera tenía un cierre nuevo cuando la encontraron en el brazo de Suzanne, y como es una pieza tan poco común, lo más probable es que algún joyero acabe reconociéndola. Cuantos más datos tengamos para acorralar a Arnott, más fácil será obligarle a hacer un trato.
—Entonces ¿vais a ir a las Catskills mañana a primera hora?
—Sí. Desde luego, no pienso volver a dejar a Robin sola en casa por la mañana. Si Frank decide salir muy temprano, hablaré con la canguro para que se quede a cuidar de ella.
—Tengo una idea mejor. ¿Por qué no viene Robin esta noche con nosotros? Ya la llevaré yo al colegio por la mañana o, si quieres, puedes decirle a Palumbo que vaya a recogerla. Nuestra casa tiene el sistema de seguridad más avanzado, ya lo sabes. Yo estaré allí, por descontado, y, no sé si te lo he comentado alguna vez, pero Grace tiene una pistola en el cajón de la mesilla. Le enseñé a utilizarla hace años. Por otro lado, creo que a Grace le sentaría bien la compañía de Robin. De un tiempo a esta parte, ha estado algo deprimida, y da gusto tener a Robin en casa.
Kerry sonrió.
—Sí, es cierto. —Se quedó pensativa por un momento—. Jonathan, creo que es una buena idea. Tengo que ponerme a trabajar ya en otro caso que tengo a mi cargo y luego quiero repasar el expediente Reardon con el mayor detenimiento posible para ver si logro sacar en limpio algo más que nos pueda ser útil cuando interroguemos a Arnott. En cuanto Robin llegue a casa del colegio, la llamaré y le contaré el plan. Le va a hacer una gran ilusión. Os quiere muchísimo, y le encanta la habitación rosa que tenéis para los invitados.
—Antes era la tuya, ¿te acuerdas?
—Claro, ¿cómo iba a olvidarlo? Dormía en ella cuando le dije al primo de Grace, el jardinero, que era un ladrón.