Kerry decidió ir con Robin a casa de Jason Arnott. Sabía que a su hija le había afectado la discusión que había tenido con Bob la noche anterior a causa de la copia de la nota que había escrito Haskell. La media hora de viaje hasta Alpine les daría ocasión de charlar. Se sentía culpable por el altercado que había tenido con Bob. Debió adivinar que él no le permitiría que se quedara con la nota. Bueno, al fin y al cabo, sabía lo que ponía. Había apuntado su contenido para poder enseñárselo a Geoff cuando hablara con él.
Era un día fresco y soleado, la clase de día, pensó, que levanta el ánimo. Ahora que sabía que tenía que investigar seriamente el caso Reardon y llegar hasta las últimas consecuencias, estaba decidida a hacerlo rápidamente.
Robin aceptó ir con ella de buena gana, aunque con la condición de que regresarían antes del mediodía. Quería invitar a Cassie a comer a casa.
Kerry le habló entonces sobre la posibilidad de que se quedara con la familia de Geoff mientras ella iba a Trenton por un asunto de trabajo.
—¿Es porque estás preocupada por mí? —preguntó Robin con naturalidad.
—Sí —admitió Kerry—. Quiero que estés en un sitio donde yo sepa que vas a estar bien y sé que en casa de los Dorso va a ser así. El lunes, después de llevarte al colegio, voy a hablar con Frank Green sobre este asunto. Por cierto, Rob, cuando lleguemos a casa de Jason Arnott, entras conmigo, pero ya sabes que tengo que hablar con él en privado. ¿Has traído un libro?
—Sí. Me pregunto si estarán todos los sobrinos de Geoff en casa de sus padres. A ver, tiene cuatro hermanas. La más joven no está casada. La mayor tiene tres hijos: un chico de nueve años (casi tiene la misma edad que yo), una niña de siete y un niño de cuatro. La siguiente tiene cuatro hijos, pero son muy pequeños. Creo que el mayor tiene seis. La otra hermana es la de los gemelos de dos años.
—Por amor de Dios, Rob, ¿cuándo te has enterado de todo eso? —preguntó Kerry.
—La otra noche. Geoff nos estuvo hablando de ellos durante la cena. Creo que tú tenías la cabeza en otra parte; se notaba que no estabas escuchando… Bueno, creo que va a ser divertido ir allí. Geoff dice que su madre es una buena cocinera.
Cuando dejaron Closter y entraron en Alpine, Kerry consultó la dirección que tenía apuntada.
—Ya estamos llegando.
Cinco minutos más tarde, estaban en la sinuosa carretera que llevaba hasta la mansión de estilo europeo de Jason Arnott. Los brillantes rayos de sol se reflejaban en la construcción, una impresionante combinación de piedra, estuco, ladrillo y madera con enormes ventanales de cristales emplomados.
—¡Caramba! —exclamó Robin.
—Tras ver esto, habrá que aceptar que vivimos con bastante modestia —comentó Kerry mientras aparcaba en el camino semicircular por el que se llegaba a la casa.
Jason Arnott les abrió la puerta antes de que pudieran encontrar el timbre. Les saludó cordialmente.
—¿Señora McGrath y… su ayudante?
—Ya le dije que se trataba de una visita extraoficial, señor Arnott —dijo la abogada antes de presentarle a Robin—. Tal vez pudiera quedarse aquí mientras hablamos. —Kerry señaló una silla que había cerca de una estatua de bronce de tamaño natural que representaba a dos caballeros enfrentados.
—Oh, no. Estará mucho más cómoda en el estudio pequeño. —Jason señaló una habitación que había a la izquierda del vestíbulo—. Nosotros podemos ir a la biblioteca. Está detrás del estudio.
«Esta casa parece un museo», pensó Kerry mientras seguía a Arnott. Le habría encantado tener más tiempo para admirar los primorosos revestimientos de las paredes, los finos muebles, los cuadros y la total armonía con que estaba decorado el interior. «Concéntrate en lo que estás haciendo —se advirtió—. Le has prometido que sólo te ibas a quedar media hora».
Cuando se sentaron el uno frente al otro en un par de elegantes sillones de tafilete, Kerry dijo:
—Señor Arnott, hace unas semanas Robin sufrió varias heridas en la cara como consecuencia de un accidente de tráfico y fue tratada por el doctor Charles Smith.
Arnott arqueó las cejas.
—¿El doctor Charles Smith? ¿El padre de Suzanne Reardon?
—En efecto. En las dos ocasiones en que volvimos para los reconocimientos, vi a una paciente en su consulta que se parecía extraordinariamente a Suzanne Reardon.
Arnott la miró de hito en hito.
—Por casualidad, espero. No irá a decirme que está recreando a Suzanne de forma deliberada.
—Ésa es una forma interesante de expresarlo, señor Arnott. He venido a verle porque, como le dije por teléfono, necesito tener más datos sobre Suzanne. Tengo que saber qué relación tenía realmente con su padre y, en la medida en que usted sepa algo al respecto, con su marido.
Jason Arnott se recostó, miró el techo y entrelazó los dedos bajo el mentón.
«Qué amanerado… —pensó Kerry—. Lo está haciendo para impresionarme. ¿Por qué lo hará?».
—Permítame que le hable en primer lugar de cómo conocí a Suzanne. Fue hace unos doce años. Un buen día llamó al timbre de mi casa. Debo decirle que era una muchacha extraordinariamente hermosa. Se presentó y me explicó que ella y su marido iban a construir una casa en el vecindario, que quería amueblarla con antigüedades y que había oído que yo acompañaba a mis amigos a subastas para ayudarles a pujar. Le dije que era cierto, pero que no me consideraba un decorador de interiores ni tenía la intención de dedicarme de forma exclusiva a ser consejero.
—¿Cobra usted por sus servicios?
—Al principio no lo hacía. Pero luego, cuando me di cuenta de lo bien que me lo pasaba acompañando a personas agradables en sus viajecitos, disuadiéndoles de que compraran ofertas malas y ayudándoles a adquirir piezas valiosas a precios excelentes, establecí una tarifa de comisión. En un primer momento no tenía la intención de liarme con Suzanne. Era realmente atractiva, ¿sabe?
—Pero ¿acabó liándose con ella?
Arnott se encogió de hombros.
—Señora McGrath, Suzanne conseguía todo lo que deseaba. De hecho, cuando advirtió que al coquetear de una manera tan escandalosa conmigo lo único que estaba consiguiendo era molestarme, empezó a utilizar sus encantos de otro modo. Podía llegar a ser sumamente divertida. Al final nos hicimos muy buenos amigos y, si he de serle sincero, la echo mucho de menos. Era un verdadero aliciente para mis fiestas.
—¿Solía acompañarla Skip?
—Rara vez. Se aburría y, francamente, a mis invitados no les parecía muy simpático. No me malinterprete. Era un joven educado e inteligente, pero era distinto a la mayoría de la gente que conozco. Era la clase de hombre que se levanta temprano, trabaja de firme y no está interesado en hablar de frivolidades, tal como dijo públicamente a Suzanne una noche en que la dejó aquí y regresó a casa solo.
—¿Disponía ella de un coche esa noche?
Arnott sonrió.
—Suzanne nunca tenía problemas para volver a casa en coche.
—¿Cómo juzgaría la relación entre Suzanne y Skip?
—Se estaba yendo a pique. Me relacioné con ellos durante los dos últimos años de su matrimonio. Al principio daba la impresión de que estaban muy enamorados, pero luego se hizo evidente que ella estaba aburrida de él. Al final apenas hacían nada juntos.
—El doctor Smith dijo que Skip estaba loco de celos y que había amenazado a Suzanne.
—Si lo llegó a hacer, Suzanne no me lo dijo.
—¿Conocía usted bien al doctor Smith?
—Tan bien como a los otros amigos de Suzanne, supongo. Si iba a Nueva York con Suzanne los días en que tenía la consulta cerrada, se las arreglaba para acompañarnos. Al final, sin embargo, sus atenciones parecían molestarla. Suzanne empezó a decir cosas como: «Me lo tengo merecido por haberle dicho que íbamos a venir aquí hoy».
—¿Llegó a ponerle claramente de manifiesto que estaba molesta con él?
—De la misma manera que mostraba en público la indiferencia que sentía hacia Skip, no hizo esfuerzo alguno por ocultar el fastidio que le causaba el doctor.
—¿Sabía usted que Suzanne había pasado su infancia con su madre y su padrastro?
—Sí. Me dijo que en su infancia había sido muy desgraciada. Sus hermanastras estaban celosas de ella por lo hermosa que era. Una vez hizo una comparación con Cenicienta y me contó que, de alguna manera, ella había, pasado por esa experiencia.
«Ésta es la respuesta a mi siguiente pregunta —pensó Kerry—. Evidentemente, Suzanne no le confesó a Arnott que durante su infancia ella había sido Susie, la hermanastra fea».
De repente se le ocurrió otra pregunta.
—¿Cómo llamaba Suzanne al doctor Smith?
Arnott se quedó en silencio.
—Charles o doctor —dijo al cabo de unos segundos.
—¿No le llamaba papá?
—Nunca. Al menos que yo recuerde. —Arnott señaló enfáticamente su reloj.
—Sé que le he prometido no entretenerle mucho, pero hay una cosa más que debo saber. ¿Mantenía Suzanne relaciones con otro hombre? Concretamente, ¿Suzanne y Jimmy Weeks eran amantes?
Arnott se quedó pensativo y luego respondió:
—Le presenté a Jimmy Weeks en esta misma habitación. Ha sido la única vez que el señor Weeks ha estado en esta casa. Se quedaron muy impresionados el uno con el otro. Como seguramente sabrá, el señor Weeks siempre ha transmitido una fuerte sensación de poder, y eso atrajo a Suzanne de forma inmediata. Y, claro está, a él siempre le han gustado las mujeres hermosas. Suzanne alardeaba de que, después de haber sido presentados, Jimmy Weeks había empezado a ir con asiduidad al Palisades Country Club, donde ella pasaba mucho tiempo. Creo que él ya era miembro del club.
Kerry se acordó de lo que le había dicho el caddie y le preguntó:
—¿Y qué le pareció a Suzanne que él empezara a frecuentar el club?
—Oh, muy bien. Aunque no creo que se lo hiciera saber. Suzanne sabía que él salía con varias mujeres y disfrutaba dándole celos. ¿Se acuerda de una de las primeras secuencias de Lo que el viento se llevó, cuando Scarlett reúne a todos sus pretendientes?
—Sí.
—Nuestra Suzanne era igual, aunque se esperaba que dejara de hacer esa clase de cosas. Después de todo, se trata del típico truco de los adolescentes, ¿verdad? Sin embargo, no había hombre que Suzanne no tratara de seducir, lo cual no le ganó una reputación muy buena entre las mujeres.
—¿Y cómo reaccionaba el doctor Smith ante sus coqueterías?
—Con indignación, diría yo. Creo que si hubiera sido posible, el doctor habría construido una baranda alrededor de ella para mantener a los hombres alejados, como las que se ponen en los museos para proteger las obras de arte más valiosas.
«No te imaginas lo cerca que estás del blanco», pensó Kerry. Se había acordado de lo que Deidre Reardon le había dicho sobre la relación que el doctor Smith tenía con su hija y sobre el hecho de que la tratara como a un objeto.
—Si su teoría es correcta, señor Arnott, ¿no diría que el doctor Smith tenía motivos para sentirse molesto con Skip Reardon?
—¿Sentirse molesto? Creo que era más grave que eso. Yo diría que lo odiaba.
—Señor Arnott, ¿llegó usted a pensar que a Suzanne le regalaba joyas algún hombre que no fuera su marido o su padre?
—Si así era, yo no me enteré. Lo que sí le puedo decir es que Suzanne tenía algunas joyas realmente valiosas. Skip le compraba varias piezas todos los años, tanto para su cumpleaños como para Navidad, siempre después de que ella le indicara exactamente lo que deseaba. También tenía varias joyas exclusivas de Cartier que, si no me equivoco, le había regalado su padre.
«O al menos eso es lo que él decía», pensó Kerry. Se levantó.
—Señor Arnott, ¿cree usted que Skip Reardon mató a Suzanne?
Él se puso en pie.
—Señora McGrath, me considero una persona muy entendida en antigüedades y muebles. Juzgar a las personas no se me da tan bien. De todos modos, ¿no es cierto que el amor y el dinero son los dos motivos más importantes para matar? Lamento tener que decirle que, al parecer, Skip tenía ambos motivos. ¿No está de acuerdo?
*****
Desde la ventana, Jason vio desaparecer el coche de Kerry por el camino de entrada a su casa. Pensando detenidamente en la conversación que habían mantenido, llegó a la conclusión de que sus respuestas habían sido lo suficientemente detalladas como para que resultaran útiles y lo bastante imprecisas como para que la abogada, al igual que la defensa y la acusación diez años atrás, decidiera que no tenía sentido seguir interrogándole.
«¿Que si creo que Skip Reardon mató a Suzanne? No, no lo creo, señora McGrath —pensó—. Lo que creo es que, como muchísimos otros hombres, Skip habría sido capaz de matar a su mujer. El problema es que aquella noche hubo una persona que se le adelantó».