Jason Arnott pasó casi toda la noche en vela, consultando con la almohada cómo debía tomarse la llamada que le había hecho la ayudante del fiscal Kerry McGrath, pese a que ésta se hubiera puesto en contacto con él «de modo extraoficial», para expresarlo con la misma delicadeza que había empleado ella.
A las siete de la mañana ya había tomado una decisión. La llamaría y con un tono cortés y atento, pero distante, le informaría que sería un placer verla, siempre que no se entretuvieran mucho. La excusa que le daría era que estaba a punto de salir de viaje por un asunto de negocios.
«A las Catskills —se prometió Jason—. Me esconderé en la casa. Nadie me encontrará allí. Y entretanto, todo esto quedará olvidado. De todos modos, no debo causar la impresión de que estoy preocupado por algo».
Una vez tomada la decisión, se quedó profundamente dormido, al igual que le ocurría cuando terminaba una misión con éxito y sabía que estaba sano y salvo en casa.
Llamó a Kerry McGrath en cuanto se despertó, a las nueve y media. Kerry contestó de inmediato. Jason se sintió aliviado al oír que el tono de su voz parecía ser de verdadera gratitud.
—Señor Arnott, le agradezco de veras que me llame y le garantizo que esta conversación es extraoficial —dijo—. He leído que hace años usted fue amigo de Suzanne Reardon, a quien aconsejó en su calidad de experto en antigüedades. Hemos averiguado datos nuevos sobre el caso y le estaría muy agradecida si me permitiese hablar con usted sobre la relación que, en su opinión, mantenían Suzanne y su padre, el doctor Charles Smith. Le prometo que sólo le entretendré unos minutos.
Lo decía en serio. Jason sabía reconocer a un farsante enseguida; su carrera profesional se basaba en ello y la abogada no era una farsante. No sería difícil hablar sobre Suzanne Reardon, se dijo. Había ido de compras con ella con frecuencia, del mismo modo que había ido de compras con Vera Shelby Todd el día anterior. Por otro lado, ella había asistido a muchas de las fiestas que él había organizado, al igual que tantas otras personas, de modo que nadie sospecharía nada.
Jason no puso objeción alguna cuando Kerry le explicó que, como tenía un compromiso importante a la una, le agradecería que le permitiera pasar a verle dentro de una hora.