Geoff no se entretuvo mucho tiempo en casa de Kerry después de que ésta llamara a Kinellen.
—Bob está de acuerdo —dijo entre sorbo y sorbo de café.
—¿No te ha sugerido alguna otra idea?
—No, claro que no. Me ha dicho lo de siempre. Algo así como: «Ocúpate tú, Kerry. Cualquier cosa que decidas estará bien». —Dejó la taza sobre la mesa—. Estoy siendo injusta. Parecía realmente preocupado y no sé qué otra idea podía sugerirme.
Estaban sentados en la cocina. Kerry había apagado la luz del techo pensando que irían a tomar el café al salón. La única luz que había encendida en ese momento era la de una lamparita que había en la pared.
Geoff observó con detenimiento la cara de preocupación que tenía Kerry, consciente de la expresión de tristeza que asomaba a sus ojos glaucos, de la determinación que mostraban su generosa boca y su hermoso mentón, de la vulnerabilidad que transmitía todo su cuerpo. Quería abrazarla y decirle que apoyara la cabeza sobre su hombro.
Sin embargo, sabía que no era eso lo que ella deseaba. Kerry McGrath ni esperaba ni quería encontrar el apoyo de nadie. Intentó de nuevo disculparse por lo que le había dicho la otra noche, por haber insinuado que era una interesada y por la violenta visita que le había hecho Deidre Reardon.
—Me pasé de listo —dijo—. Sé que si creyeras de veras que Skip Reardon es inocente, no dudarías en ayudarle. Eres una persona íntegra, Kerry.
«¿De veras lo soy?, se preguntó ella. No era el momento adecuado para dar a Geoff la información que había encontrado en el expediente del fiscal sobre Jimmy Weeks. Tenía pensado decírselo, pero antes debía ver de nuevo al doctor Smith. Este había negado airadamente haber tocado a Suzanne con el bisturí, pero no había dicho que no la hubiera mandado a otro especialista, lo que significaba que técnicamente no era un mentiroso.
Unos minutos más tarde, Geoff se levantó para irse. Cuando estaban en el vestíbulo, dijo:
—Me gusta hablar contigo. Y esto no tiene nada que ver con el caso Reardon. ¿Te apetece que vayamos a cenar a algún sitio el sábado por la noche con Robin?
—A ella le encantará.
Tras abrir la puerta, se dio media vuelta y le dio un beso en la mejilla.
Ya sé que no hace falta que te diga que cierres la puerta con llave y que actives la alarma, pero déjame que te aconseje que no pienses demasiado en esa foto cuando te vayas a la cama.
Cuando se hubo ido, Kerry subió al piso de arriba para ver a su hija. Estaba ocupada con el proyecto para la clase de ciencias y no la oyó entrar. Kerry la observó desde el umbral de la puerta. Robin estaba de espaldas a ella, abstraída, con la cabeza inclinada y las piernas metidas entre las patas de la silla. Su larga melena de color castaño le caía en cascada sobre los hombros.
«Es la víctima inocente de la persona que sacó la foto —pensó—. Robin es como yo. Independiente. No le va a gustar nada que alguien la acompañe y la vaya a recoger al colegio, como tampoco le gustará no poder ir a casa de Cassie a solas».
Entonces le vino a la cabeza la imagen de Deidre Reardon rogándole que se preguntara a sí misma cómo se sentiría si a su hija la condenaran a diez años de cárcel por un crimen que no había cometido.