Geoff Dorso había estado trabajando en un juicio en el Palacio de Justicia de Newark. En el último momento había conseguido llegar a un acuerdo favorable para su cliente, un muchacho de dieciocho años que había cogido sin permiso el coche de su padre para dar una vuelta con sus amigos y había chocado con una furgoneta. El conductor se había roto un brazo y una pierna.
El problema había sido que no había habido alcohol por medio y que el muchacho era buen chaval y estaba sinceramente arrepentido. El acuerdo al que había llegado con el fiscal consistía en una retirada de dos años del carnet de conducir y el cumplimiento de cien horas de servicio comunitario. Geoff estaba contento: mandar al muchacho a la cárcel en lugar de a la universidad habría sido un grave error.
Como era jueves y tenía la suerte de disponer de la tarde libre, una circunstancia que no ocurría todos los días, decidió pasarse por el juicio de Jimmy Weeks. Quería oír los alegatos preliminares, además, reconoció que deseaba ver a Bob Kinellen en acción.
Se sentó en la parte de atrás de la sala y se fijó en que había muchos periodistas presentes. Jimmy Weeks había logrado evitar que le condenaran tantas veces que en los medios de comunicación se le llamaba Jimmy, el Escurridizo, un remedo del sobrenombre que se le había dado a un capo de la mafia, Don, el Escurridizo, que había sido condenado a cadena perpetua.
Kinellen estaba exponiendo el primer alegato. «Habla bien —pensó Geoff—. Sabe cómo enfrentarse al jurado, cuándo ha de mostrarse indignado, cuándo ha de escandalizarse, cómo ha de ridiculizar los cargos. Además, tanto su aspecto como su forma de expresarse son impecables». Mientras tanto, trataba de imaginar a Kerry casada con él. Por alguna razón, no lograba verlos juntos. O tal vez no quisiera hacerlo, admitió. «Al menos —se dijo para consolarse—, no parece en absoluto que esté obsesionada con él. De todos modos, ¿qué me importa?», se preguntó en el momento en que el juez suspendía la sesión.
En los pasillos se le acercó Nick Klein, un periodista del Star-Ledger. Tras saludarse, Geoff comentó:
—Hoy habéis venido unos cuantos, ¿eh?
—Se espera que haya jaleo —contestó Nick—. He hablado con alguien de la fiscalía que me ha dicho que Barney Haskell está tratando de llegar a un acuerdo con la acusación. No está contento con lo que le han ofrecido y ha insinuado que puede involucrar a Jimmy en un asesinato por el que alguien está cumpliendo condena.
—Me encantaría tener un testigo así para uno de mis clientes —dijo Geoff.