Si por cualquier circunstancia tenía que ir a Hackensack, Jonathan Hoover trataba de convencer a Kerry de que fueran a comer juntos. «¿Cuántos platos de sopa de bar es capaz de tomar un ser humano?» era su chistosa forma de preguntarle si estaba libre.
Ese día, mientras comían una hamburguesa en Solari’s, el restaurante que había al lado del Palacio de Justicia, Kerry le habló de las mujeres que se parecían a Suzanne Reardon y de su conversación con Geoff Dorso. También le dijo que cuando le había sugerido a su jefe la posibilidad de investigar el antiguo caso de asesinato, la reacción de éste no había sido nada favorable.
Jonathan se mostró muy preocupado.
—Kerry, aunque no me acuerdo muy bien de ese caso, te puedo asegurar que la culpabilidad del marido no ofrecía duda alguna. De todas formas, creo que deberías mantenerte al margen de este asunto, sobre todo teniendo en cuenta la importancia que tuvo la participación de Frank Green (muy sonada, si no recuerdo mal) en el pronunciamiento del veredicto. Atengámonos a los hechos. El gobernador Marshall es todavía joven. Ha sido elegido dos veces, por lo que no puede presentarse a las próximas elecciones. El problema es que le encanta su trabajo y quiere que Frank Green ocupe su lugar. Entre tú y yo, te diré una cosa: han llegado a un acuerdo. Green será gobernador los próximos cuatro años y luego se presentará a senador con el apoyo de Marshall.
—Y Marshall volverá a Drumthwacket.
—Efectivamente. Le encanta vivir en la mansión del gobernador. Ya es inevitable que Green sea proclamado candidato. Tiene buen aspecto, suena convincente y cuenta con una gran reputación, de la cual el caso Reardon es parte importante. Y, por extraño que parezca, es inteligente. Tiene la intención de seguir la línea de gobierno que ha mantenido Marshall. Pese a todo esto, si alguien le pusiera en un aprieto, Frank podría ser derrotado en las primarias. Hay dos aspirantes a la candidatura que se mueren por ser designados.
—Jonathan, sólo estoy hablando de hacer una simple investigación para averiguar si el testigo principal de un caso de asesinato sufrió en su día un problema grave que pudiera haber empañado su testimonio. Y el problema es el siguiente: los padres lloran la muerte de sus hijas, pero el doctor Smith ha ido más allá de las lágrimas.
—Kerry, Frank Green se ganó su reputación trabajando de fiscal en ese juicio. Así fue como consiguió la atención que necesitaba de los medios de comunicación. Cuando Dukakis presentó su candidatura para la presidencia, un factor determinante de su derrota fue el anuncio en que se insinuaba que había dejado en libertad a un asesino que luego cometió varios crímenes. ¿Te imaginas lo que haría la prensa si se llegara a insinuar que Green ha encerrado a un hombre inocente en la cárcel para el resto de su vida?
—Jonathan, no vayas tan lejos. No me estoy basando en esa suposición. Lo único que estoy diciendo es que me da la impresión de que Smith tiene un verdadero problema y que éste pudo afectar su testimonio. Él fue el principal testigo de la acusación: a mi modo de ver, si mintió, la culpabilidad de Reardon resulta muy discutible.
El camarero estaba aguardando a su lado con una cafetera en la mano.
—¿Más café, senador? —preguntó.
Jonathan hizo un gesto de asentimiento. Kerry puso la mano sobre su taza.
—No, gracias.
Jonathan sonrió de repente.
—Kerry, ¿te acuerdas de cuando viniste a cuidarnos la casa y pensaste que el jardinero no había plantado todos los arbustos y plantas que se indicaban en el proyecto?
Kerry puso cara de sentirse incómoda.
—Sí, me acuerdo.
—El último día fuiste, los contaste todos, te convenciste de que estabas en lo cierto y le echaste un rapapolvo delante de su equipo de jardineros.
Kerry fijó la vista en su taza de café.
—Ajá…
—¿Qué sucedió entonces?
—No estaba satisfecho con el aspecto que tenían unos arbustos, os llamó a ti y a Grace a Florida y luego los arrancó con la intención de cambiarlos.
—¿Y qué más?
—Era el marido de la prima de Grace.
—¿Ves a lo que me refiero? —Sus ojos brillaron por un momento. Entonces se puso serio—. Kerry, si le creas dificultades a Frank Green y pones en peligro su candidatura, ya puedes ir despidiéndote de tu puesto de juez. Tu nombre se perderá entre los expedientes amontonados sobre el escritorio del gobernador Marshall y me pedirán con mucha discreción que proponga otro candidato para la vacante. —Se interrumpió y la cogió de la mano—. Piénsatelo muy bien antes de hacer nada. Sé que tomarás la decisión acertada.