Camino de Greenwich, Philip decidió avisar a Molly con unos minutos de antelación antes de presentarse en su casa. Llamó y esperó nervioso a que ella o Jenna contestaran.
El teléfono sonó diez veces. O Molly estaba profundamente dormida o había desconectado el timbre. No creo que lo haya desconectado, pensó. Muy pocas personas tienen su número, y en este momento no querrá estar aislada de nosotros.
Recordó su conversación con ella aquella tarde. Molly parecía tan abúlica y deprimida… Tal vez sí se ha dormido. No, Jenna está con ella, se recordó mientras llegaba al cruce y enfilaba por la calle de Molly. O quizá Jenna se marchó pronto. Consultó el reloj del salpicadero: las diez. Es tarde, pensó. Es posible que por fin esté durmiendo a pierna suelta. ¿Y si regreso a casa? titubeó. No. Aunque tenga que sacarla de la cama, he de contarle el testimonio de los Hilmer. Sólo un milagro podría tranquilizarla más que esta noticia. Valdrá la pena despertarla.
De pronto un coche de policía con las luces encendidas le adelantó. Horrorizado, Philip vio que entraba en el sendero particular de la casa de Molly.