Fran sabía que, si intentaba leer en la cama, se dormiría, de modo que se puso un pijama viejo y cómodo, y después se instaló en su butaca de cuero, con los pies sobre el almohadón. En primer lugar se dedicó al expediente de Gary Lasch. Parece un Beaver Cleaver algo sofisticado, pensó. Asistió a un buena escuela preparatoria y a una buena universidad, pero no de la prestigiosa Ivy League. Supongo que no pudo permitírsela. Terminó la universidad con notas discretas, y acabó sus estudios en la Meridian Medical School de Colorado. Con posterioridad, fue a trabajar con su padre. Poco después, su padre murió, y Gary fue nombrado director del hospital.
Y entonces fue cuando empezó a brillar, observó Fran. Compromiso con la joven de la alta sociedad Molly Carpenter. Más y más artículos sobre el hospital Lasch y su carismático director general. Después, artículos sobre Gary y su socio Peter Black, que fundaron la compañía de seguros médicos Remington junto con el financiero Calvin Whitehall.
A continuación, su deslumbrante boda con Molly. Luego, recortes sobre la guapa pareja: Gary y Molly en fiestas y bailes de caridad y otros acontecimientos sociales.
Había intercalados más artículos sobre el hospital y la HMO, y noticias sobre las conferencias que Gary había pronunciado en congresos médicos. Fran leyó algunas. La perorata habitual, pensó, y las dejó a un lado.
El resto de la carpeta de Gary Lasch estaba relacionado con su muerte. Montones de artículos sobre el asesinato, el juicio, Molly.
Fran, muy a su pesar, admitió que en todo el material no se detectaba el menor indicio de que el doctor Lasch fuera algo más que un médico normal, lo bastante listo para hacer una buena boda e introducirse en el circo de las compañías de seguros médicos. Hasta que fue asesinado, por supuesto.
Bien, vamos con el todopoderoso Calvin Whitehall, se dijo con un suspiro. Cuarenta minutos más tarde, con los ojos irritados de cansancio, pensó que Whitehall era muy diferente. El mejor adjetivo para describirle no es «todopoderoso» sino «despiadado». Es un milagro que aún no le hayan metido en la cárcel, se dijo.
La lista de querellas presentadas contra Whitehall a lo largo de los años ocupaba varias páginas. Las notas informaban de que en algunas se había llegado a un acuerdo «mediante una cantidad no especificada», mientras que la mayoría habían sido desechadas o resueltas con un veredicto favorable a Whitehall.
Había muchos artículos recientes sobre la previsible adquisición de varias HMO pequeñas por Remington Health Management, y también se hacía mención a la posibilidad de una opa hostil a Remington.
Ese proyecto de fusión está en peligro, reflexionó Fran mientras continuaba leyendo. Whitehall tiene mucho dinero, pero según estos artículos, algunos de los principales accionistas de su competidor, American National, también son poderosos. Por lo que veo aquí, todos creen que el futuro de la medicina en este país exige la tutela del presidente de American National, el ex secretario de Sanidad. Si estas citas son fidedignas, lograrán que esto suceda.
Al contrario que el de Gary Lasch, el expediente de Calvin Whitehall no contenía una larga lista de obras de caridad ni patronazgos. Sin embargo, había un dato curioso: Whitehall había sido miembro del comité de recaudación de fondos para la biblioteca junto con su padre. Su nombre se mencionaba en artículos periodísticos de la carpeta dedicada al robo. Nunca lo supe, pensó Fran. Pero por entonces era una cría. Mamá no me habló del robo, y ella y yo nos fuimos de Greenwich poco después de que papá se suicidara.
Los artículos incluían varias instantáneas de su padre. Los pies de foto no eran halagadores.
Fran se acercó a la ventana. Pasaba la medianoche, y aunque en muchos apartamentos había luces encendidas, estaba claro que la ciudad se disponía a dormir.
Cuando consiga la entrevista con Whitehall, voy a hacerle algunas preguntas muy directas, pensó irritada. Por ejemplo, ¿cómo logró papá robar tanto dinero del fondo sin que nadie se diera cuenta? Tal vez él sepa decirme dónde puedo encontrar registros que revelen si papá se apoderó del dinero poco a poco o de golpe.
Calvin Whitehall es un financiero, se dijo. Ya en aquella época era un hombre rico. Debería darme algunas respuestas sobre mi padre, o al menos decirme dónde encontrarlas.
Pensó en acostarse, pero decidió echar un vistazo a algunas de las revistas que Molly le había dejado. Miró las fechas de las portadas. Molly había dicho que eran antiguas, pero Fran se quedó sorprendida al comprobar que algunas se remontaban a veinte años atrás. Las más recientes eran de hacía trece años.
Miró primero las más viejas. En la página del índice estaba subrayado un artículo titulado «Una petición de sensatez». El nombre del autor le sonaba vagamente, pero quizá estaba equivocada. Empezó a leer. No me gustan las opiniones de este tipo, pensó horrorizada.
La segunda revista, de dieciocho años antes, contenía un artículo del mismo autor. Se titulaba «Darwin, la supervivencia de los más aptos y la condición humana en el tercer milenio». Incluía una fotografía del autor, profesor de investigación en la Meridian Medical School. Aparecía en el laboratorio con dos de sus estudiantes más prometedores.
Los ojos de Fran se abrieron de par en par cuando relacionó la cara del profesor con el nombre que le sonaba, y después reconoció a los dos estudiantes.
—¡Bingo! —exclamó—. Esto lo explica todo.