—No quiero ir a California, mamá. —El tono de Wally era cada vez más beligerante a medida que transcurría el día.
—Wally, no vamos a hablar de eso, así que olvídalo —contestó con firmeza su madre.
Edna vio impotente que su hijo salía de la cocina como una exhalación y subía la escalera. Todo el día se había negado a tomar su medicina, y ella estaba muy preocupada.
He de sacarle de aquí, pensó. Pondré un poco de la medicación en un vaso de leche caliente cuando se acueste. Eso le ayudará a dormir y a calmarse.
Miró el plato intacto de Wally. Por lo general, su hijo gozaba de buen apetito, y esta noche, en un esfuerzo por aplacarle, ella había preparado su plato favorito: chuletas de ternera con espárragos y puré de patatas. Pero en lugar de comer, Wally se había quedado sentado a la mesa, mascullando para sí con actitud hosca. Las voces de su cabeza le están hablando, pensó Edna, y eso la preocupó más.
El teléfono sonó. Seguramente era Marta. Debía tomar una decisión rápida. Habría sido estupendo compartir una tranquila taza de té con Marta, pero esa noche no era una buena idea. Si Wally empezaba a hablar otra vez sobre la llave y sobre la noche que el doctor Lasch murió, quizá Marta acabaría tomándole en serio.
Deben de ser imaginaciones suyas, se dijo, algo que temía cada vez que Wally hablaba de la noche del asesinato. ¿Y si no eran sólo imaginaciones suyas?, se preguntó por un momento. No podía ser. Aunque Wally hubiera estado allí, lo sucedido aquella noche no había sido culpa suya. El teléfono sonó por cuarta vez, de modo que al final contestó.
A Marta Jones le había costado un gran esfuerzo marcar el teléfono de Edna, pero había decidido advertir a Edna acerca de que había alentado a Wally a despedirse de Molly Lasch. Pensaba sugerirle que mañana por la mañana, cuando se fueran de la ciudad, Edna pasara por casa de Molly y dejara que Wally hablara con ella. Eso le gustaría, Marta estaba segura.
Cuando Edna contestó, Marta dijo:
—Pensaba ir a tu casa para despedirme de vosotros, si te parece bien.
Edna tenía la respuesta preparada.
—Marta, la verdad es que aún no he hecho las maletas, de modo que… ¿Qué te parece si vienes por la mañana a desayunar con nosotros?
Bueno, no puedo imponerle mi presencia, pensó Marta, y además tiene voz de cansada. No quiero importunarla.
—Estupendo —dijo con forzada alegría—. Espero que Wally te esté ayudando.
—Wally ha subido a su cuarto y está viendo la televisión. Ha tenido uno de sus días difíciles, así que le voy a dar una dosis extra de su medicina con leche caliente, y se la subiré ahora mismo.
—Ah, entonces seguro que se tranquiliza —dijo Marta—. Hasta mañana.
Colgó, aliviada al saber que Wally estaba en su habitación y pronto se dormiría. Supongo que ha desistido de ir a ver a Molly esta noche, pensó. Una cosa menos de qué preocuparse.