Por más que Molly lo intentó, el doctor Daniels no aceptó excusas por segundo día consecutivo. Dijo que iría a las seis, y a esa hora en punto llamó al timbre.
—Tiene que ser muy valiente para estar a solas conmigo —murmuró Molly mientras cerraba la puerta—. Si no lo es, vaya con cuidado. No me dé la espalda. Podría ser peligroso.
El doctor se estaba quitando el abrigo mientras ella hablaba. Se detuvo, con un brazo todavía en la manga, y la observó.
—¿Qué quieres decir con eso, Molly?
—Entre. Se lo explicaré. —Le condujo hasta el estudio—. Mire. —Indicó las pilas de carpetas y revistas esparcidas por el suelo, las fotos y álbumes sobre el sofá—. Como ve, no estaba sólo meditando.
—Yo diría que has estado haciendo limpieza —repuso el doctor Daniels.
—En cierto sentido, pero es algo más que eso. Se llama «empezar de nuevo», o tal vez «un nuevo capítulo», o «enterrar el pasado». Elija a su gusto.
Daniels se acercó al sofá.
—¿Puedo? —preguntó, indicando las fotografías.
—Mire todo lo que quiera, doctor. Las de la izquierda son para enviar a la madre de Gary. Las de la derecha van a la carpeta circular.
—¿Las vas a tirar?
—Me parece saludable, doctor. ¿No cree?
Daniels las estaba ojeando.
—Veo que hay bastante con los Whitehall.
—Jenna es mi mejor amiga. Como ya sabe, Cal, Gary y Peter Black dirigían conjuntamente Remington. Hay muchas fotos de Peter y sus dos ex esposas por ahí.
—Sé que aprecias mucho a Jenna, Molly. Pero ¿y Cal? ¿También le aprecias?
Alzó la vista y vio la insinuación de una sonrisa en los labios de Molly.
—Doctor, es imposible apreciar a Cal —contestó—. Dudo que le caiga bien a alguien, incluyendo a su ex compañero de colegio, chófer y factótum Lou Knox. Cal fascina más que cae bien. Puede ser muy divertido. Y es muy inteligente. Recuerdo una cena celebrada en su honor a la que asistieron seiscientas personas muy importantes. ¿Sabe lo que Jenna me dijo? «El noventa y nueve por ciento han venido por miedo».
—¿Crees que eso molestaba a Jenna?
—No, cielos. Jenna adora el poder de Cal. Claro que ella también es fuerte. Nada se interpone en su camino. Por eso ya es socia de un prestigioso bufete. Lo consiguió sin ayuda de nadie. —Molly hizo una pausa—. Yo, por mi parte, soy pusilánime. Siempre lo he sido. Jenna siempre ha sido brillante. A Cal le gustaría verme desaparecer de la faz de la tierra.
Estoy de acuerdo, pensó John Daniels.
—¿Jenna vendrá esta noche? —preguntó.
—No. Tenía una cena en Nueva York, pero ha llamado esta tarde. Me alegré de que lo hiciera. Después de que la señora Barry se marchara, necesitaba una inyección de moral.
Daniels esperó. Mientras la observaba, la expresión de Molly se demudó en otra de pena e incredulidad. Su voz sonó monocorde cuando le contó la visita de Edna Barry y sus palabras de despedida.
—Llamé a mi madre esta tarde —añadió Molly—. Le pregunté si ella y mi padre también me tenían miedo. Le pregunté si por eso no estaban a mi lado cuando les necesitaba. La semana pasada no quería ver a nadie. Cuando volví a casa, creo que me sentí como alguien que ha padecido quemaduras graves: ¡no me toquéis! ¡Dejadme en paz! Pero cuando encontraron el cadáver de Annamarie, quise que estuvieran conmigo. Les necesitaba.
—¿Qué dijeron?
—Que no pueden venir. Papá se recuperará, pero sufrió un pequeño ataque. Por eso no han venido. Llamaron a Jenna y se lo contaron, y le pidieron que no me dejara. Y ha cumplido su palabra. Ya lo ha visto.
Molly desvió la vista.
—Era importante que hablara con ellos. Necesitaba saber que me apoyaban. Han sufrido mucho por todo esto. Cuando la señora Barry se marchó, si hubiera pensado que también ellos me iban a abandonar, habría… —Su voz enmudeció.
—¿Qué habrías hecho, Molly?
—No lo sé.
Sí lo sabes, pensó Daniels. El rechazo de tus padres habría sido la gota que colma el vaso.
—¿Cómo te sientes ahora? —preguntó.
—Acosada, doctor. Si revocan mi libertad condicional y me mandan de vuelta a la cárcel, no podré soportarlo. Necesito más tiempo, porque le juro que voy a recordar exactamente lo que sucedió aquella noche.
—Podríamos intentar la hipnosis, Molly. Antes no funcionó, pero eso no quiere decir que no funcione ahora. Lo que bloquea la memoria es como un iceberg, y tal vez se esté resquebrajando. Podría ayudarte.
Ella meneó la cabeza.
—No, he de hacerlo sola. Hay… —Se interrumpió.
Era demasiado pronto para contar a Daniels que, durante toda la tarde, un nombre había acudido una y otra vez a su cabeza: Wally.
Pero ¿por qué?