Mientras regresaba a Nueva York desde Greenwich, Fran repasaba los acontecimientos de la mañana.
La prensa había llegado a casa de Molly justo cuando los detectives de la oficina del fiscal se marchaban. Gus Brandt había pasado una cinta de archivo sobre la liberación de Molly Lasch, mientras Fran emitía en directo por teléfono desde casa de Molly.
Cuando la Merritt Parkway se convirtió en la Hutchinson River Parkway, Fran reprodujo su reportaje mentalmente:
«En un giro insospechado de los acontecimientos, se ha confirmado que la mujer encontrada anoche muerta a puñaladas en el aparcamiento del Sea Lamp Diner de Rowayton, Connecticut, ha sido identificada como Annamarie Scalli. La señorita Scalli fue la denominada "otra mujer" en el caso del asesinato del doctor Gary Lasch, que ocupó los titulares hace seis años y también la semana pasada, cuando Molly Carpenter Lasch, la esposa del doctor Lasch, salió de la cárcel donde había estado recluida por el asesinato de su marido.
»Aunque los detalles todavía son escasos, la policía ha señalado que la señora Lasch fue vista anoche en el restaurante de Rowayton, junto con la víctima del asesinato.
»En una declaración preparada, el abogado de la señora Lasch, Philip Matthews, explicó que su clienta había solicitado una entrevista con la señorita Scalli para poner fin a un doloroso capítulo de su vida, y que ambas habían mantenido una conversación sincera y franca. Annamarie Scalli fue la primera en marcharse del restaurante, y Molly Lasch no volvió a verla. Expresa su pésame a la familia Scalli».
Después de terminar la emisión, Fran había subido al coche con la intención de volver a la ciudad, pero la señora Barry había salido de la casa para alcanzarla. Cuando entró, un Philip Matthews de rostro sombrío y expresión desaprobadora había pedido que le acompañara al estudio. Cuando entró, encontró a Molly sentada en el sofá, con las manos enlazadas y los hombros caídos.
La primera impresión de Fran fue que los tejanos y el jersey de punto de Molly habían aumentado una talla, tan encogida se la veía.
—Molly me ha asegurado que, en cuanto me vaya, te dirá todo lo que me ha contado —dijo Matthews—. Como abogado suyo, sólo puedo aconsejarla. Por desgracia, no puedo obligarla a que acepte mis consejos. Me doy cuenta de que Molly te considera su amiga, Fran, y creo que la aprecias, pero la cuestión es que, si te citaran a declarar, tal vez te verías obligada a contestar a preguntas que no querrías responder. Es por ese motivo que le he aconsejado que no te explique los acontecimientos de esta noche. Como ya he dicho, sólo puedo aconsejarla.
Fran había advertido a Molly que lo que decía Philip era completamente cierto, pero ella había insistido en que Fran supiera lo ocurrido.
—Anoche me encontré con Annamarie. Hablamos durante quince o veinte minutos —dijo Molly—. Se fue antes que yo, y volví a casa. No la vi en el aparcamiento. Un coche se puso en marcha cuando salí del restaurante, y la llamé creyendo que era ella. Sin embargo, la persona del coche o no me oyó o no quiso oírme.
Fran preguntó si era posible que el conductor del coche fuera Annamarie, y sugirió que tal vez había vuelto al aparcamiento después, pero Philip indicó que habían encontrado a Annamarie en su jeep. Molly estaba segura de que el vehículo que vio salir del aparcamiento era un sedán.
A continuación, Fran preguntó a Molly de qué habían hablado ella y Annamarie. Sobre la cuestión de la cita, Fran pensaba que Molly no se había sincerado del todo. ¿Hay algo que no quiere que sepa?, pensó. Si es así, ¿de qué se trataba, y por qué Molly se mostraba reservada? ¿Intentaba utilizarla de alguna manera?
Cuando Fran entró en la Cross County Parkway, que la conduciría a la West Side Highway de Manhattan, repasó otras preguntas sin respuesta concernientes a Molly Lasch, por ejemplo: esta mañana, ¿por qué volvió Molly a acostarse después de ducharse y vestirse?
Un escalofrío recorrió la espina dorsal de Fran. ¿Tenía yo razón desde el primer momento?, se preguntó. ¿Asesinó Molly a su marido? Tal vez la pregunta crucial era: ¿quién es Molly, y qué clase de persona es?
Ésa fue la misma pregunta que Gus Brandt lanzó a Fran cuando la periodista regresó a su despacho.
—Fran, parece que esto se va a convertir en un caso parecido al de O. J. Simpson, y tú tienes enchufe con Molly Lasch. Si continúa cargándose gente, cuando llegue el momento de emitir su programa necesitaremos dos episodios en lugar de uno para contar toda la historia.
—¿Estás convencido de que Molly apuñaló a Annamarie Scalli? —preguntó.
—Fran, hemos echado un vistazo a las cintas del lugar de los hechos. La ventanilla del conductor del jeep estaba abierta. Imagínalo. Scalli oyó que Lasch la llamaba y bajó la ventanilla.
—Eso debería significar que Molly acudió a la cita con todo planeado, incluido el cuchillo —repuso Fran.
—Quizá no encontró una escultura que cupiera en su bolso —dijo Gus, y se encogió de hombros.
Fran volvió a su despacho, reflexionando. Va a pasar lo mismo de la otra vez, pensó. Aunque no encuentren la menor prueba que relacione a Molly con la muerte de Annamarie Scalli dará igual. Ya ha sido juzgada culpable de un segundo asesinato. Tan sólo ayer, pensaba que hace seis años nadie se molestó en buscar otra explicación a la muerte de Gary Lasch. Lo mismo está pasando ahora.
—Edna Barry —dijo en voz alta cuando entró en el despacho.
—¿Edna Barry? ¿Qué pasa con ella?
Fran se volvió, sobresaltada. Tim Mason estaba detrás de ella.
—Tim, acabo de darme cuenta de algo. Esta mañana, el ama de llaves Edna Barry bajó corriendo la escalera para decirnos a Philip Matthews y a mí que Molly había vuelto a acostarse. Dijo: «Dios mío, es igual que la última vez».
—¿Qué quieres decir, Fran?
—Hay algo que me ha estado torturando. Más que lo que Edna Barry dijo, fue la forma como lo dijo. Como si se alegrara de encontrar a Molly de esa manera. ¿Por qué habría de gustarle a esa mujer que Molly repitiera su reacción ante la muerte de Gary Lasch?