Tim Mason, el locutor deportivo de la NAF-TV, que contaba treinta y seis años, estaba de vacaciones cuando Fran debutó en la cadena. Criado en Greenwich, había vivido una breve temporada en la ciudad después de la universidad, mientras trabajaba durante un año como aprendiz en el Greenwich Time. Fue en aquel período cuando comprendió que su vocación era el mundo de los deportes, y consiguió un trabajo de periodista deportivo en un diario del estado de Nueva York.
Al año siguiente ya realizaba transmisiones para la cadena local, y la docena de años posteriores le catapultaron hacia su objetivo, la sección deportiva de la NAF. En la zona común a los tres estados, su programa nocturno de una hora ya estaba causando estragos en los índices de audiencia de las tres cadenas más importantes, y Tim Mason no tardó en labrarse la reputación de ser el mejor comentador deportivo de las nuevas generaciones.
Tim, larguirucho y de facciones irregulares, que le dotaban de un atractivo infantil, afable y plácido por naturaleza, se convirtió en una personalidad de primer orden cuando comentaba o criticaba acontecimientos deportivos, lo cual creó un vínculo con fanáticos de los deportes de todas partes.
Cuando se dejó caer por el despacho de Gus Brandt la tarde que volvió de vacaciones, conoció a Fran Simmons. La periodista aún no se había quitado el abrigo, y estaba informando a Gus sobre su entrevista de aquella mañana con Molly Lasch.
La conozco, pensó Tim, pero ¿de que?
Su prodigiosa memoria le proporcionó de inmediato los datos que buscaba. Tim había empezado a trabajar en el Time de Greenwich el mismo verano que el padre de Fran, Frank Simmons, enfrentado al escándalo de su desfalco, se había pegado un tiro. Se decía de él en Greenwich que era un lameculos arribista, que utilizó el dinero para intentar triplicarlo en la bolsa. De todos modos, el escándalo amainó en cuanto la esposa y la hija de Simmons abandonaron la ciudad, muy poco después del suicidio.
Mientras miraba a la atractiva mujer en que se había convertido Fran, Tim pensó que ella no le distinguiría de un socavón, como decía su madre, pero tuvo ganas de averiguar qué clase de persona era ahora. Trabajar de periodista de investigación en el caso de Molly Lasch, y en Greenwich, no era el trabajo que él hubiera elegido, de haber estado en su lugar. Pero no lo estaba, por supuesto, y no tenía ni idea de qué opinaba Fran sobre el suicidio de su padre.
Ese canalla dejó a su mujer y a su hija en la estacada, pensó Tim. Se comportó como un cobarde. Tim pensaba que su actitud habría sido la contraria. Habría sacado a su mujer y a su hija de la ciudad, y luego se habría enfrentado a las consecuencias de sus actos.
Había cubierto el funeral para el Time, y recordaba haber visto a Fran y a su madre salir de la iglesia después de la ceremonia. Fran era una niña entonces, de ojos afligidos y cabello largo. Ahora, Fran Simmons era una mujer muy atractiva, y descubrió que su apretón de manos era firme, su sonrisa cálida, y le miraba sin pestañear a los ojos. Como no podía leer sus pensamientos, ignoraba que estaba repasando en su mente el escándalo ocasionado por su padre, pero mientras se estrechaban las manos, Tim se sintió tímido y desmañado.
Se disculpó por la interrupción.
—Por lo general, Gus está solo a estas horas, intentando decidir qué fallará en el telediario.
Hizo ademán de marcharse, pero Fran le detuvo.
—Gus me ha dicho que tu familia vivía en Greenwich y que te criaste aquí. ¿Conocías a los Lasch?
En otras palabras, pensó Tim, está diciendo: sé que sabes quién soy y estás enterado de lo de mi padre, de modo que ahórratelo.
—El doctor Lasch, me refiero al padre de Gary, era nuestro médico de cabecera —dijo—. Un hombre estupendo y un buen médico.
—¿Qué me dices de Gary? —repuso Fran.
Los ojos de Tim se endurecieron.
—Un médico muy sacrificado —dijo con tono inexpresivo—. Hizo lo que pudo por mi abuela, antes de que muriera en el hospital Lasch. Ocurrió pocas semanas antes de que él muriera.
No añadió que la enfermera encargada de atender a su abuela había sido Annamarie Scalli.
Annamarie, una joven muy atractiva, excelente enfermera y adorable adolescente, aunque poco sofisticada, recordó. Su abuela la quería mucho. De hecho, Annamarie estaba en la habitación cuando su abuela murió. Cuando llegué, pensó Tim, la abuela ya había fallecido y Annamarie estaba llorando junto a su cama. ¿Cuántas enfermeras reaccionarían así?, se preguntó.
—Voy a ver qué novedades hay en mi sección —anunció—. Ya hablaremos más tarde, Gus. Encantado de conocerte, Fran.
Salió del despacho y se alejó por el pasillo. No consideró pertinente contar a Fran lo mucho que había cambiado su opinión acerca de Gary Lasch después de que se liara con Annamarie Scalli.
No era más que una cría, pensó irritado Tim, y no muy diferente de Fran Simmons, víctima del egoísmo de otra persona. Se había visto obligada a dejar su trabajo y a marchar de la ciudad. El juicio despertó la atención de toda la nación, y durante un tiempo fue pasto de todas las columnas de chismorreos.
Se preguntó dónde estaría ahora Annamarie, y por un momento temió que la investigación de Fran Simmons perjudicara la nueva vida que hubiera forjado.