—Gracias por acompañarnos al Palacio de Justicia, doctor —dijo Laurie a Justin.
Estaba sentada en el sofá, y parecía tranquila. Sólo la forma de restregarse las manos insinuaba un torbellino interior.
—Quería estar contigo y con Sarah, Laurie.
—¿Sabe? Cuando me declaré culpable, sentía más preocupación por ella que por mí. Está sufriendo mucho.
—Lo sé.
—Esta mañana, alrededor de las seis, la he oído llorar y he entrado en su habitación. Es curioso, durante todos estos años ella era la que entraba en la mía. ¿Sabe lo qué estaba haciendo?
—No.
—Se había sentado en la cama y confeccionaba una lista de las personas a quienes pediría que escribieran una carta al juez intercediendo por mí. Ella confiaba en que tuviera que cumplir sólo dos años para salir en libertad condicional, pero ahora teme que el juez Armon me sentencie a cinco años sin libertad condicional. Espero que siga viendo a Sarah cuando yo esté en la cárcel. Va a necesitar ayuda.
—Tengo la intención de seguir viéndola.
—Gregg es estupendo, ¿verdad?
—Sí, desde luego.
—¡No quiero ir a la cárcel! —exclamó Laurie—. Quiero quedarme en casa, estar con Sarah y con Gregg. No quiero ir a la cárcel.
Se sentó muy erguida, apoyó los pies en el suelo y cerró los puños.
—Oiga, doctor, no deje que se haga ilusiones. Van a encerrarla.
—¿Porqué, Kate?
Ella no contestó.
—Kate, recuerda que hace un par de semanas me dijiste que el chico hablaría conmigo. Lo hizo ayer, en casa de Grant. ¿Decían la verdad él y Leona sobre lo ocurrido? ¿Hay alguien más con quien yo debiera hablar?
En un instante, la expresión de Laurie cambió. Sus facciones se dulcificaron.
—No debería hacer tantas preguntas sobre mí. —La voz del chico era educada pero firme.
—Hola —le saludó Justin—. Ayer me alegré de verte. Te ocupaste muy bien de Laurie la noche en que el profesor murió. Eres muy inteligente con sólo nueve años. Pero yo soy un adulto, y creo que puedo ayudarte a cuidar de Laurie. ¿No te parece que ha llegado el momento de que confíes en mí?
—Usted no cuida de ella.
—¿Por qué crees eso?
—Deja que diga a la gente que ella mató a Grant, y no lo hizo. ¿Qué clase de amigo es usted?
—¿Tal vez lo hizo alguien que no ha hablado conmigo todavía?
—Sólo somos cuatro: Kate, Leona, Debbie y yo. Y ninguno de nosotros lo mató. Por eso, yo intentaba ayer evitar que Laurie declarara ante el juez.