Esta vez, Brendon Moody no sobornó a Danny el Sabueso de Cónyuges con alcohol. Entró en la oficina del detective a las nueve, decidido a encontrarle en su momento más sobrio.
—Danny, no voy a andar con rodeos. Debes haber oído que Laurie Kenyon está en casa.
—Lo he oído.
—¿Has tenido alguna proposición para volver a investigarla?
A Danny no le gustó la pregunta.
—Brendon, sabes muy bien que la relación investigador-cliente es tan sagrada como la de sacerdote-feligrés en el confesionario.
Brendon dio un puñetazo en la mesa.
—En este caso, no. Ni tampoco en cualquier otro en que una persona corra peligro gracias a los buenos oficios del investigador.
Danny se puso pálido.
—¿Qué se supone que significa eso?
—Significa que alguien que conocía los pasos de Laurie puede haber intentado asustarla deliberadamente dejando una cabeza de pollo degollado donde ella la encontraría. Significa que estoy seguro de que no te contrató una compañía de seguros, ni tampoco la viuda de Allan Grant.
»Danny, tengo tres preguntas para ti, y quiero las respuestas. La primera es quién te pagó y cómo lo hizo. La segunda, ¿a dónde enviabas los informes sobre las hermanas Kenyon? Y la tercera, ¿dónde está la copia de la investigación? Cuando hayas contestado a estas preguntas, me das una copia del expediente.
Los dos hombres intercambiaron una mirada furiosa durante un momento. Después, Danny se levantó, sacó una llave del bolsillo, abrió el archivador y buscó entre los expedientes. Cogió uno de ellos y se lo entregó a Brendon.
—Todas las respuestas están aquí —dijo—. Me telefoneó una mujer que se presentó como Jane Graves, y me explicó que representaba a uno de los presuntos demandados por el accidente de los Kenyon. Quería un seguimiento de las hermanas. Tal y como te dije, eso empezó después del funeral de los padres, y continuó hasta que Laurie Kenyon fue detenida por el asesinato de Allan Grant. Envié los informes, a los que adjunté mi factura, a un apartado de correos de Nueva York. El primer anticipo y las posteriores facturas me los abonaron con un cheque para cobrar en la caja de un banco de Chicago.
—Un cheque de caja y un apartado de correos. ¿No te olió eso a chamusquina?
—Cuando espías esposas como yo hago, te encuentras con personas que al contratarte recurren a toda clase de tretas para evitar ser identificadas —contestó Danny—. Puedes hacer una fotocopia del expediente en la «Xerox». Y recuerda, yo no te lo he dado.
*****
Al día siguiente, Brendon hizo una visita al apartamento. Sarah y Sophie estaban allí, pero Laurie había ido a Nueva York.
—Conduciendo ella misma. Le hacía ilusión. ¿Verdad que es estupendo?
—¿No estaba nerviosa?
—Siempre cierra las portezuelas del coche con el seguro. Estacionará al lado de la clínica y ahora lleva teléfono. Eso hace que se sienta más segura.
—Siempre es mejor ser prudente —contestó Brendon, y decidió cambiar de tema—. Por cierto, me gusta esto.
—También a mí. Será fantástico cuando dentro de poco esté terminado. Quiero que Laude pueda disfrutarlo antes de… —Sarah no terminó la frase—. Al tener distintos niveles —prosiguió—, haremos ejercicio. Pero el ático es fenomenal como estudio, ¿no le parece? Los dormitorios se encuentran en el primer nivel mientras que sala, comedor, cocina y vestíbulo, están en la planta baja.
Para Brendon estaba claro que Sarah tomaba el traslado como una excusa para quitarse el problema de Laurie de la cabeza. Por desgracia, había cosas que Sarah necesitaba saber. Abrió el expediente.
—Eche un vistazo.
Ella empezó a leer, cada vez más asombrada.
—¡Dios mío, es nuestra vida paso a paso! ¿Quién querría tal información?, ¿por qué?
—Tengo la intención de descubrirlo —contestó Moody—. Aunque precise reventar los archivos de ese banco de Chicago.
—Brendon, si podemos probar que Laurie estaba siendo presionada por alguien que sabía cómo aterrorizarla, seguro que influirá en el veredicto del juez.
Moody no quiso ver la esperanza que la expresión de Sarah irradiaba. Optó por no decirle que su instinto lo llevaba a Karen Grant. «Algo huele a podrido en Dinamarca —pensó—, y, como mínimo, un ligero aroma nos lleva hacia esa dama». Como fuese, estaba decidido a encontrar la respuesta.