Brendon Moody telefoneó a Sarah a la mañana siguiente, y oyó a través de la línea el ruido de las puertas que se abrían y se cerraban, de muebles que eran arrastrados.
—Nos vamos —le comunicó Sarah—. Esta casa no hace ningún bien a Laurie. El apartamento está casi terminado ya, sólo quedan los últimos retoques. —Después le explicó que Laurie había vuelto a la clínica la noche anterior—. La recogeré esta tarde a última hora —prosiguió—. Desde allí iremos al apartamento. Ella me ayudará a instalamos; necesita un poco de actividad.
—Bastará con que no les dé una llave del apartamento a los Hawkins —contestó Brendon.
—No tengo intención de hacerlo. Esa pareja me ponen el vello de punta. Pero tenga usted en cuenta que…
—Sí, lo sé. Le pagaron hasta el último centavo y han permitido que se queden en la casa después de la venta. ¿Cómo ha conseguido un camión de mudanzas tan rápido?
—No ha resultado fácil.
—Permítame que vaya a ayudarla. Al menos puedo empaquetar libros o cuadros.
*****
El traslado estaba ya en marcha cuando Brendon llegó. Sarah, con el cabello recogido, pantalón corto caqui y una camiseta de algodón, se dedicaba a etiquetar los muebles que los Hawkins habían comprado.
—No voy a sacarlo todo hoy —dijo a Brendon—. Pero la reciprocidad es juego limpio. Se supone que puedo utilizar la casa hasta el veinticinco de agosto. Así que creo que tengo plena libertad para entrar, salir, y escoger más adelante las cosas de las que no estoy segura ahora.
Sophie se encontraba en la cocina.
—Nunca pensé que llegaría el día en que me alegraría salir para siempre de esta casa —dijo a Brendon—. ¡Qué descaro tienen esos Hawkins! Me preguntaron si podría ayudarles a instalarse. La respuesta fue un rotundo no.
Brendon desplegó la antena.
—¿Qué es lo que no le gusta de ellos, Sophie? Usted ha oído a Sarah decir que le han hecho un gran favor.
Sophie torció el gesto.
—Hay algo extraño en ellos. Acuérdese de mis palabras. ¿Cuántas veces hay que mirar habitaciones y armarios para decidir si se quiere agrandarlos o achicarlos? Demasiado fisgoneo, me parece a mí. Juraría que su coche ha actuado como un radar en esta casa estos últimos meses. ¿Y todas esas cajas que dejaron en el sótano? Levante una cualquiera, ligera como una pluma. Seguro que están medio vacías. Pero no por eso han dejado de traer más y más. Sólo es una excusa para venir por aquí, digo yo. ¿Qué se apuesta a que el reverendo utiliza la historia de Laurie en alguno de sus programas?
—Sophie, usted es una mujer muy inteligente —dijo Brendon con suavidad—. Quizás haya dado en el clavo.
*****
Sarah confió a Brendon la tarea de embalar el contenido de su escritorio, incluido el cajón donde guardaba el expediente de. Laurie.
—Lo necesito todo en el mismo orden —dijo—. Lo repaso continuamente, con la esperanza de encontrar algo que se me haya escapado.
Brendon observó que la primera carpeta tenía escrito «Pollo».
—¿Qué significa esto?
—Ya le comenté que en la fotografía de Laurie que el doctor Donnelly había reconstruido y ampliado, había un gallinero al fondo y que algo en él la había aterrorizado.
Moody asintió.
—Sí, lo recuerdo.
—Eso me tenía intrigada, y acabo de darme cuenta del motivo. El pasado invierno, Laurie visitaba al doctor Carpenter, un psiquiatra, de Ridgewood. Unos días antes de la muerte de Allan Grant, ella salía del consultorio de Carpenter y tuvo un shock. Al parecer, se lo provocó la cabeza de un pollo que se encontró en el vestíbulo de la entrada privada.
—Sarah, ¿está diciéndome que, por casualidad, había una cabeza de pollo en la entrada del consultorio de un médico?
—El doctor Carpenter tenía en tratamiento a un hombre muy trastornado capaz de algo semejante, el cual, según la Policía, era miembro de una secta. Moody, ni al doctor ni a mí se nos ocurrió entonces que esto pudiera estar relacionado con Laurie. Ahora tengo mis dudas.
—No sé qué pensar —dijo él—. Pero me he enterado de que una mujer contrató a Danny O’Toole para que la informara sobre las actividades de ustedes dos. Danny sabía que Laurie visitaba a un psiquiatra de Ridgewood. Me lo mencionó. Esto significa que la persona que le pagaba también lo sabía.
—Brendon, ¿es posible que alguien, conocedor del efecto que causaría en Laurie, dejara esa cabeza de pollo?
—Lo ignoro, pero le diré mi presentimiento. La idea de que una compañía de seguros contratara a Danny no me convence. Él pensaba que su cliente era la esposa de Allan Grant. Algo que tampoco me parece verosímil.
Observó que Sarah estaba fatigada y confusa.
—Tómelo con calma —le dijo—. Mañana iré a ver a Danny O’Toole y le prometo que averiguaré quién ordenó esa investigación sobre ustedes dos.