El 15 de junio, el reverendo Bobby Hawkins recibió una llamada telefónica de Liz Pierce, de la revista People, para solicitarle una entrevista. Había sido designada para redactar un artículo sobre él en el número de setiembre.
Bic protestó, pero luego se mostró orgulloso y complacido.
—Será una alegría difundir la palabra de mi ministerio —aseguró a Pierce.
Pero cuando colgó el auricular, la cordialidad desapareció de su voz.
—Opal, si me niego, esa periodista puede pensar que oculto algo. Al menos de esta manera podré influir en lo que escribe.