El jefe de Policía Conners telefoneó de nuevo por la mañana. La pista parecía prometedora, dijo. El portero de una escuela rural cerca de Pittsburgh, al ir a abrir las puertas, había encontrado a una niña que correspondía a la descripción de Laurie. Enviarían sus huellas dactilares a la Policía de Pittsburgh.
Una hora más tarde volvió a llamar. Las huellas coincidían. Laurie volvería a casa.