El martes por la mañana, mientras escuchaban las noticias de las ocho en la «CBS», Bic y Opal se enteraron de la carta amenazadora de Laurie a Karen Grant, de la revocación de la fianza y del encierro en una clínica para pacientes con trastornos de personalidad múltiple.
—Bic, ¿crees que en ese lugar conseguirán que hable? —preguntó Opal con nerviosismo.
—Harán todos los esfuerzos posibles para que recuerde su infancia —dijo él—. Necesitamos saber lo que pasa. Caria, llama a esa mujer de la agencia.
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Betsy Lyons consiguió hablar con Sarah antes de que ésta saliera para Nueva York.
—Sarah, ¡tengo buenas noticias para usted! Me ha llamado Mrs. Hawkins. Está tan loca por la casa que quiere cerrar el trato lo antes posible, y no le importa esperar un año para ocuparla. Lo único que pide es ir de vez en cuando con su decorador, cuando a usted le parezca conveniente. ¿Recuerda que le dije que tal vez tuviera que conformarse con setecientos cincuenta mil dólares? Bueno, pues ella no pone pegas al precio y paga al contado.
—Parece que va en serio —repuso Sarah—. Me alegro de que una persona que se interesa tanto por la casa se la quede. Dígale que podrán trasladarse aquí en agosto. La urbanización estará terminada para entonces. Y puede venir con su decorador. Laurie seguirá en el hospital, y si yo me encuentro en casa, trabajaré en la biblioteca.
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Betsy llamó a Carla Hawkins.
—Felicidades. Todo arreglado. Sarah acepta que vaya con el decorador. Si ella está en casa, no saldrá de la biblioteca. —El tono de voz de Betsy se hizo confidencial—: Verá, ella va a defender a su hermana en el juicio. Pobre chica, tendrá mucho trabajo.
Bic había cogido la extensión y escuchaba. Después de un último:
—Enhorabuena. Estoy segura de que serán felices en esa hermosa casa. Hasta la vista —se despidió Lyons.
Betsy Lyons colgó.
Bic hizo lo mismo, con una amplia sonrisa.
—Seguro que todos seremos muy felices —dijo, y se acercó al escritorio—. Carla, ¿dónde está mi agenda de teléfonos secreta?
Ella se precipitó a dársela.
—Aquí, está Bic, en este cajón. Oye, ¿qué decorador quieres contratar?
Él suspiró.
—¡Carla, por Dios!
Bic encontró el nombre que buscaba y marcó un número de Kentucky.