Justin Donnelly conoció a Laurie el viernes por la mañana. Había fotografías de ella en los periódicos, pero no esperaba que fuese tan bonita. Los preciosos ojos azules y el rubio cabello dorado hasta los hombros le hicieron pensar en una princesa de cuento de hadas. Llevaba unos sencillos pantalones azules, blusa de seda blanca y chaqueta estampada en blanco y azul. Pese al palpable miedo que emanaba de ella, tenía una elegancia innata.
Sarah estaba cerca, aunque un poco retrasada, ya que Laurie se había negado a entrar sola.
—Le prometí a mi hermana que hablaría con usted, y la necesito a mi lado.
Tal vez fuera por la tranquilizadora presencia de Sarah; pero, incluso así, a Justin le sorprendió la directa pregunta de Laurie.
—Doctor Donnelly, ¿usted cree que maté al profesor Allan Grant?
—¿Piensa que tengo motivos para creerlo?
—Supongo que todos tienen buenos motivos para sospechar de mí. No lo hice, y sería incapaz de matar a un ser humano. El hecho de que Allan Grant pudiera relacionarme con esos anónimos repugnantes era humillante, pero nosotras no matamos porque alguien interprete mal una situación incómoda.
—¿Nosotras, Laurie?
Durante un instante, una expresión de perplejidad (o de culpabilidad) pasó por el rostro de Laurie.
—Laurie, Sarah le ha explicado ya los cargos que hay contra usted —prosiguió Justin al no contestar ella—. ¿Entiende lo que eso significa?
—Claro. Son absurdos, aunque he escuchado a mi padre y a Sarah hablar tan a menudo de los casos en los que él actuaba como fiscal y de las sentencias que los acusados recibían que sé lo que me espera.
—Sería muy comprensible que eso la asustara.
Laurie bajó la cabeza y la melena ocultó su rostro. Cruzó las manos sobre el regazo y levantó los pies de forma que no tocaran el suelo. El débil llanto que Sarah había oído varias veces durante los últimos días empezó de nuevo. De forma instintiva hizo un gesto de acercarse a consolarla, pero Donnelly negó con la cabeza.
—Estás asustada, Laurie, ¿no es así? —comentó con amabilidad.
Ella movió la cabeza de derecha a izquierda.
—¿No lo estás?
—Laurie, no —dijo entre sollozos.
—Tú no eres Laurie. ¿Me dices tu nombre?
—Debbie.
—Debbie. Ése es un nombre muy bonito. ¿Cuántos años tienes?
—Cuatro.
*****
«—¡Cielos!», —pensó Sarah mientras escuchaba al doctor Donnelly hablar a Laurie como si ésta fuese una niña—. Él tiene razón. Durante los dos años de secuestro debió de ocurrirle algo espantoso. Pobre mamá, siempre con el deseo de creer que alguna pareja sin hijos se la había llevado para cuidarla y amarla. De inmediato supe que había cambiado cuando volvió. Si entonces hubiesen acudido al psiquiatra, ¿estaría aquí ahora? En el supuesto de que Laurie tenga una personalidad totalmente aparte, que escribió las cartas y luego mató a Grant, ¿debo dejar que Donnelly lo descubra? ¿Y si ella confiesa? ¿Qué le ha preguntado ahora?».
—Debbie, ¿estás cansada?
—Sí.
—¿Te gustaría ir a dormir? Seguro que tienes una habitación preciosa.
—¡No! ¡No! ¡No!
—De acuerdo, de acuerdo. Puedes quedarte aquí. ¿Por qué no duermes en la silla, y si ves a Laurie dile que venga y hable conmigo?
La respiración se hizo regular y, un momento después, levantó la cabeza. Enderezó los hombros, apoyó los pies en el suelo y se apartó el cabello del rostro.
—Por supuesto que estoy asustada —le dijo a Donnelly—. Pero como no tengo nada que ver con la muerte de Allan, sé que puedo contar con Sarah para descubrir la verdad.
Se volvió, sonrió a Sarah, y miró de nuevo al doctor.
—Si yo fuese Sarah, me gustaría haber seguido como hija única. Pero aquí estoy, y siempre he podido contar con ella. Siempre me ha comprendido.
—¿Comprendido qué, Laurie?
Se encogió de hombros.
—No sé.
—Yo creo que sí.
—Pues la verdad es que no lo sé.
Justin sabía que había llegado el momento de decir a Laurie lo que Sarah sabía ya. Vivió alguna experiencia horrible durante los dos años de su secuestro, algo tan terrible que una niña no podía soportarlo sola. Otras personas acudieron en su ayuda, quizás una, o dos, tal vez más, y ella se había convertido en una personalidad múltiple Cuando fue devuelta a casa, el entorno afectuoso hizo innecesaria la presencia de esas personalidades alteradas, excepto en casos muy especiales. La muerte de sus padres había sido tan traumática para ella que los fantasmas volvieron a hacerse necesarios.
Laurie lo escuchó serena.
—¿Qué tratamiento me aconseja?
—La hipnosis. Me gustaría grabarla en vídeo durante las sesiones.
—¿Y si confieso que una parte de mí…, alguien, mató a Allan Grant?
—Laurie —contestó Sarah—, mucho me temo que es más que probable que un jurado te condenara. Nuestra única esperanza es presentar circunstancias atenuantes o declararte incapaz de reconocer el delito.
—Comprendo. Así que es posible que yo matara a Allan y que escribiera las cartas. No sólo posible, sino probable. Sarah, ¿ha habido otras personas que alegaran personalidad múltiple como defensa contra una acusación de asesinato?
—Sí.
—¿Cuántas han sido absueltas?
Sarah no respondió.
—¿Cuántas, Sarah? —insistió Laurie—. ¿Una?, ¿dos?, ¿ninguna? Eso es, ninguna. De acuerdo, adelante. Quizá sepamos la verdad, aunque está claro que esa verdad no me absolverá.
Luchaba por contener las lágrimas. Luego, su voz se volvió estridente, agresiva.
—Sólo una cosa más, doctor. Sarah estará a mi lado. No voy a quedarme a solas con usted en una habitación con la puerta cerrada y tendida en un diván. ¿Me entiende?
—Laurie, haré todo lo que pueda para facilitarle las cosas. Usted es una persona estupenda que sufre un trauma.
Ella rió con sarcasmo.
—¿Qué tiene de estupendo esa cabrona? No ha hecho otra cosa que causar problemas desde el día que nació.
—Laurie —protestó Sarah.
—Creo que Laurie se ha ido de nuevo —dijo Justin sin alterarse—. ¿Es así?
—Tiene razón. Estoy hasta las narices de ella.
—¿Cómo te llamas?
—Kate.
—¿Cuántos años tienes, Kate?
—Treinta y tres. Escuche, yo no quería salir, pero quería avisarle. No crea que Laurie le hablará de esos dos años por medio de la hipnosis. Pierde el tiempo. Hasta la vista.
Hubo una pausa. Luego Laurie suspiró y dijo:
—¿Le importa que lo dejemos por ahora? Tengo jaqueca.