El jurado regresaba a la sala cuando la secretaria de Sarah entró y se acercó a ella. Se había corrido el rumor de que ya había un veredicto y los asistentes al juicio se empujaban entre sí para ocupar un asiento. Sarah sintió que el corazón le latía con fuerza cuando el juez preguntó:
—Mr. Foreman, ¿tienen ya su veredicto?
—Sí, Señoría.
«Ahora veremos», pensó Sarah, de pie delante de su mesa. Notó que la tiraban de la manga y, al volverse, vio a Janet, su secretaria.
—Ahora no —dijo con firmeza, sorprendida de que su secretaria la interrumpiera durante la lectura del veredicto.
—Sarah, lo siento, pero un tal doctor Carpenter ha llevado a tu hermana a Urgencias al «Hackensack Medical Center». Tiene un shock.
Sarah apretó la pluma hasta que los nudillos cambiaron de color. El juez la estaba mirando, claramente molesto.
—Dile que voy para allá —murmuró.
—¿Cuál es su veredicto, culpable o inocente? —preguntó el juez al representante del jurado.
—Culpable, Señoría.
—¡No es justo! —gritaron la familia y los amigos de James Parker.
El juez pidió silencio y comprobó que el veredicto había sido por unanimidad.
A James Parker se le denegó la fianza, se fijó una fecha para la sentencia y se lo llevaron esposado. Sarah no tuvo tiempo de saborear la victoria. Janet estaba en el pasillo con el abrigo y el bolso preparados.
—Puedes ir al coche directamente.
*****
El doctor Carpenter, que la esperaba en Urgencias, le explicó en pocas palabras lo sucedido.
—Laurie acababa de salir de mi consulta. Al acercarse a la puerta de la planta baja empezó a gritar. Cuando llegamos a su lado, se había desmayado. Estaba bajo los efectos de un profundo shock, pero ya ha recuperado el conocimiento.
—¿Cuál ha sido la causa?
La paternal preocupación del doctor estuvo a punto de hacerla llorar. Hubiera deseado que su padre se encontrara junto a ella en esos momentos.
—Al parecer tropezó con la cabeza de un pollo muerto, se puso histérica y perdió el conocimiento.
—¡La cabeza de un pollo! ¡En el vestíbulo de su consulta!
—Sí. Tengo un paciente muy trastornado, miembro de una secta, que sería capaz de este tipo de cosas. ¿Tiene Laurie un miedo excesivo a los pollos, los ratones o a cualquier otro animal?
—No. Pero nunca come pollo, odia su sabor.
Una enfermera salió.
—Ya puede pasar.
Laurie estaba inmóvil y con los ojos cerrados. Sarah le acarició la mano.
—Laurie…
Abrió los ojos con lentitud. Pareció necesitar un gran esfuerzo y Sarah comprendió que estaba sedada. Su voz fue débil pero clara cuando afirmó:
—Sarah, me mataré antes que volver a ver a ese médico.