La reunión con el predicador Rutland Garrison y el productor de la televisión resultó tranquila.
Habían almorzado en el comedor privado de la «Worldwide Cable», la compañía que enlazaba el programa de Garrison a una audiencia internacional. Mientras tomaban el café, el hombre habló con claridad.
—Empecé la Iglesia del Espacio cuando los televisores de veinticuatro pulgadas en blanco y negro eran un artículo de lujo. A lo largo de los años, este ministro ha proporcionado consuelo, esperanza y fe a millones de personas. Ha recaudado grandes sumas de dinero para obras de caridad. Quiero asegurarme de que la persona que continúe mi tarea cuando yo me vaya sea la adecuada.
Bic y Opal habían asentido, con expresión de respeto, admiración y piedad. Al domingo siguiente fueron presentados en la Iglesia del Espacio, y Bic habló durante cuarenta minutos.
Se refirió a su juventud malgastada, a su vano deseo de ser una estrella del rock, a la voz que el buen Dios le había concedido y cómo él la había maltratado con inmundas canciones comerciales. Les explicó el milagro de su conversión. Sí, en verdad comprendía el camino de Damasco. Había seguido los pasos de Pablo. El Señor no le había dicho «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?». No, la pregunta hería aún más. Al menos Saulo pensaba que actuaba en nombre del Señor cuando intentaba desacreditar el Cristianismo. Mientras que él, Bobby, estaba en aquel apestoso night-club, cantando todas esas obscenidades, cuando una voz inundó su corazón y su alma, una voz que era poderosa y triste, iracunda y misericordiosa. La voz le preguntó: «Bobby, Bobby, ¿por qué blasfemas contra Mí?».
Aquí empezó a llorar.
Al final del sermón, el predicador Rutland Garrison lo rodeó con su brazo. Bobby hizo una indicación a Carla para que se uniera a ellos. Ella entró en el plato con ojos húmedos y labios temblorosos. Él la presentó a los telespectadores de la «Worldwide». Todos juntos cantaron el himno de despedida.
Después del programa, la centralita quedó bloqueada por las llamadas que alababan al reverendo Bobby Hawkins. Fue invitado para que volviera dos semanas después.
De regreso a Georgia, Bic permaneció en silencio durante horas.
—Lee está en la Facultad de «Clinton» en Nueva Jersey —dijo más tarde—. Quizás ella vuelva o quizá no. El Señor me está advirtiendo que ha llegado el momento de recordarle lo que sucederá si habla de nosotros.
Bic iba a ser elegido el sucesor de Rutland Garrison. Opal lo presentía. Garrison había quedado tan cautivado como todos los demás. Pero si Lee empezaba a recordar…
—¿Qué piensas hacer con ella, Bic?
—Tengo algunas ideas. Opal. Ideas que me fueron inspiradas mientras rezaba.