Sarah estaba sentada en el escritorio de Betsy Lyons y repasaba el expediente Kenyon-Hawkins.
—La primera vez que Carla Hawkins entró en este despacho fue después de que nuestra casa se pusiera a la venta —comentó Sarah.
—Pero no se la enseñé en seguida.
—¿Cómo ocurrió?
—Mrs. Hawkins estaba mirando el catálogo y se fijó en ella.
—¿En ningún momento la dejó sola en la casa?
—Nunca —replicó Betsy.
—Mrs. Lyons, a finales de enero, un cuchillo de cocina desapareció. Tengo entendido que Carla Hawkins había visitado la casa un par de veces justo poco antes. No es fácil robar un cuchillo de trinchar colocado en un soporte de pared, a menos que uno se quede a solas. ¿Recuerda si la dejó en la cocina?
Lyons se mordió el labio.
—Sí —reconoció a regañadientes—. Se le cayó el guante en la habitación de Laurie y la dejé sentada en un taburete de la cocina mientras subía a buscarlo.
—De acuerdo. Otra cosa. ¿No resulta bastante insólito que la gente no regatee el precio de una casa?
—Tuvo suerte, Sarah, al conseguir ese precio en este mercado.
—Dudo que la suerte tenga mucho que ver con esto. ¿No es extraño firmar los documentos de compra y después permitir que el antiguo propietario se quede hasta que decida trasladarse, y encima no se le cobre alquiler?
—Es algo fuera de lo común.
—No me extraña. Una última observación. Mire estas fechas. Mrs. Hawkins acostumbraba a irse los sábados alrededor de las once.
—Sí.
—La hora en que Laurie estaba en el psiquiatra —dijo Sarah—. Y ellos lo sabían.
La cabeza del pollo degollado que tanto había horrorizado a Laurie. El cuchillo. La fotografía metida en su Diario. Esa pareja entrando y saliendo de la casa con cajas que apenas pesaban medio kilo. La insistencia de Laurie en volver a la clínica la noche de su regreso a casa, poco después de la visita de los Hawkins. Y… ¡la casa de color rosa! Carla Hawkins la mencionó la noche que había estado cenando con ellos.
—Mrs. Lyons, ¿en alguna ocasión le dijo usted a Mrs. Hawkins que la casa de la esquina de nuestra calle había sido de un llamativo color rosa?
—Ni siquiera sabía que hubiera sido de ese color.
Sarah cogió el teléfono.
—Tengo que llamar a casa.
Gregg Bennett contestó.
—Gregg, me alegro de que estés ahí. No dejes a Laurie sola bajo ningún concepto.
—No está aquí —contestó Gregg—. Pensaba que se había ido contigo. Sarah, Brendon Moody acaba de llegar y Justin viene de camino. Los Hawkins son las personas que secuestraron a Laurie. Justin y Moody están completamente seguros. ¿Dónde está ella?
Con una certeza que iba más allá de lo razonable, Sarah lo supo.
—En nuestra antigua casa —contestó—. Voy para allá.