La revista People con la foto del reverendo Hawkins y su esposa en portada llegó a los buzones de todo el país.
En Harrisburg, Thomasina Perkins se quedó extasiada ante la fotografía de los Hawkins y estuvo a punto de perdonarles por haberla abandonado. Abrió la revista y se quedó sin aliento al ver otra foto de los Hawkins tomada veinte años atrás. Él con aquel pendiente dorado, los brazos cubiertos de vello, la barba. Ella tenía el cabello negro y lacio. Ambos llevaban una guitarra. La memoria volvió a la mente de Thomasina al leer: «Bic y Opal, las futuras estrellas de rock». Bic. Ése era el nombre que la había obsesionado durante tantos años.
*****
Un cuarto de hora después de haber hablado con Sarah, Justin salió del consultorio para dirigirse hacia Connecticut, donde asistiría a una convención. Al pasar por delante de la secretaria, vio una revista abierta sobre la mesa. Por pura casualidad se fijó en una de las fotografías, y la sangre se heló en sus venas. Cogió la revista. Ese árbol milenario. La casa había desaparecido, pero el gallinero al fondo… El pie de foto decía: «Solar de la casa donde el reverendo Hawkins creó su ministerio».
Justin volvió a entrar en el despacho y sacó la foto reconstruida y ampliada del expediente de Laurie. La comparó con la de la revista. El árbol, ahora era más frondoso, pero seguía teniendo el mismo tronco retorcido y enorme; la silueta del gallinero al fondo era exactamente igual y también el muro de piedra edificado al lado del árbol.
Salió corriendo de la clínica. Tenía el coche estacionado delante. Llamaría a Sarah desde el teléfono portátil. En su mente veía el programa de televisión, y al reverendo Hawkins imponiendo las manos a Thomasina Perkins, rogando que le fuera concedida la gracia de recordar el nombre del secuestrador de Lee.
*****
En Teaneck, Betty Moody se acomodó para leer el último número del People. Brendon, relajado como pocas veces, se había tomado un par de días de descanso. Él torció el gesto cuando vio la foto de los Hawkins en la portada.
—No puedo soportar a esos dos —refunfuñó, al echar un vistazo por encima del hombro de su esposa—. No sé qué tienen de interesante para dedicarles la portada.
Betty buscó el artículo de fondo.
—¡Por todos los santos! —exclamó Moody al leer: «Bic y Opal las futuras estrellas del rock…»—. ¿Qué diablos me pasa? —gritó—. ¡Lo tenía delante de mis narices!
Salió al recibidor como alma que lleva el diablo, y sólo se detuvo un segundo para coger la pistola del cajón.