En ocasiones, Kate soñaba con esa noche, aunque no se trataba de un sueño. Había ocurrido de verdad. Tenía tres años y estaba acurrucada en la cama viendo cómo se vestía su madre. Parecía una princesa. Llevaba un bonito vestido de noche rojo y los zapatos de tacón de raso rojo que a Kate le encantaba probarse. En ese instante, su padre entraba en la habitación, cogía a Kate en brazos y las llevaba a las dos bailando a la terraza aunque había empezado a nevar.
Le rogué a mi padre que cantara mi canción y lo hizo, recordó Kate.
Adiós, pajarito mío,
papi se va a cazar,
una nube rosa atrapará,
con ella a su bebé arrullará.
La noche siguiente, su madre murió en el accidente, y su padre jamás volvió a cantarle esa canción.