Han pasado nueve largos meses desde que envié el primer capítulo de Temor a la verdad a mi fiel editor, Michael Korda, con una primera página en la que garabateé: «Allá vamos de nuevo».
Como siempre, el viaje en ocasiones puede ser fácil. Otros días, frente a la pantalla del ordenador, me pregunto: «Pero ¿qué te hace pensar que puedes escribir otro libro?».
Sin embargo, aunque las palabras fluyan o vayan saliendo con cuentagotas, el hecho es que me encanta el viaje, y ha llegado el momento de dar gracias a las personas que me ayudaron a emprenderlo.
Michael Korda sugirió el ADN como argumento para la historia. Al principio tuve ciertas dudas, pero, como acostumbra a suceder, me sentí atraída por la sugerencia como una mariposa hacia la luz. De nuevo y siempre, gracias, Michael. Mi querido amigo, ahora que se acerca nuestro cuarenta aniversario desde que empezamos a trabajar juntos, solo puedo decir que ha sido genial.
Hace casi tres años pedí que Kathy Sagan fuera mi correctora. Habíamos trabajado juntas en la revista Mary Higgins Clark Mystery Magazine, y sabía lo muy especial que es, y cómo es capaz de acordarse de miles de detalles cuando recibe el libro por capítulos. Gracias, Kathy.
Es fácil provocar un incendio. Pero cuando se escribe sobre ello, hay que saber cómo el departamento de bomberos conduce la investigación. Quiero expresar mi más sincero agradecimiento al ya jubilado jefe de bomberos Richard Ruggiero y al actual, Randy Wilson, por proporcionarme esa información y asesorarme. Si he cometido algún error, es porque no entendí lo que ustedes me contaron, pero mil gracias por su amabilidad y paciencia a la hora de responder a mis preguntas.
El señor Anthony Orlando, hábil pescador de atunes, fue mi experto para la descripción de un intrigante accidente de barco en el Atlántico. Muchas gracias, Anthony.
Los responsables de la producción y redacción, que trabajan entre bambalinas, son vitales en el proceso de convertir un manuscrito en un libro. Mi agradecimiento al redactor Gypsy da Silva, así como a la directora de diseño Jackie Seow, por sus cubiertas siempre intrigantes.
Mis lectores constantes me ayudan a tener los pies en el suelo. Gracias a Nadine Petry, Agnes Newton e Irene Clark. Siempre es una buena señal cuando me dicen que están esperando impacientes el siguiente capítulo y me preguntan cuándo lo tendré listo.
Y, por supuesto, él, John Conheeney, marido excepcional, que me aguanta con paciencia mientras aporreo el teclado del ordenador, durante horas, a medida que se aproxima la fecha de entrega. No todo el mundo tiene la oportunidad de encontrar una segunda alma gemela, y me siento agradecida de ser una de las afortunadas.
Y ahora, algo más sobre la sugerencia de Michael para el próximo libro. Tras terminar el primer esquema del argumento, dijo: «Creo que Misterio en la clínica sería un buen título». Yo tenía mis dudas: «Michael, me parece que ese título ya lo he utilizado. Ambos tuvimos que buscarlo. Sí, ya lo había utilizado. Así que de momento no tiene título, pero me encanta la idea para la trama.
Antes de empezar a escribir de nuevo seguiré, una vez más, el consejo del antiguo pergamino: «El libro está terminado. ¡Que lo celebre el autor!».
¡Creedme que lo haré!
Saludos y bendiciones,