Jack Worth intentaba parecer seguro de sí mismo mientras estaba conectado al detector de mentiras.
—Cuando vea los resultados se dará cuenta de que ha estado perdiendo el tiempo —dijo al inspector Matt Stevens—. Y que me lo ha hecho perder a mí —añadió.
—Eso ya lo veremos —dijo Stevens.
Empezó por hacerle la letanía habitual de preguntas sobre sus datos personales, que sabía que Jack contestaría con sinceridad. ¿Cómo se llama? ¿Qué edad tiene? ¿Dónde trabaja? ¿Cuánto tiempo lleva en esa empresa? ¿Está casado? ¿Tiene hijos?
Cuando hubo formulado las preguntas básicas, el inspector Stevens pasó a los temas que eran fundamentales para la investigación.
—¿Ha conducido alguna vez una furgoneta para el transporte de muebles perteneciente a la empresa Connelly?
—Ocasionalmente —respondió Jack enseguida—. Si estaban reparándome el coche, dejaban que me llevara a casa una de las furgonetas pequeñas.
A Matt Stevens le asqueaba que Worth pareciera tan seguro.
—¿De qué color son las furgonetas de Connelly?
—Negras con letras doradas. Al viejo Connelly le parecía una combinación elegante, y así se quedaron.
—¿Conducía una de esas furgonetas la noche en que desapareció Tracey?
—No. Me fui a casa, estaba cansado, y me metí en la cama.
Matt Stevens observó que los gráficos del ordenador que reflejaban las reacciones físicas de Worth eran bastante regulares.
—En cualquier caso —prosiguió Worth—, aunque hubiera aparecido con un Rolls-Royce, Tracey no se habría subido. Nunca se fijó en mí.
—¿Tiene idea de quién conducía una de esas furgonetas la noche en que ella desapareció?
—No.
Una vez más, Stevens no captó ninguna reacción fisiológica.
—¿Sabe si Tracey Sloane conocía a algún trabajador del complejo Connelly?
—No.
—Está bien. Pasemos a otro tema —dijo Stevens—. ¿Tuvo alguna vez algún contacto con Jamie Gordon?
El ordenador registró un cambio considerable.
—No, nunca.
—¿Sabe algo sobre lo que le ocurrió a Jamie Gordon?
—No —insistió Worth mientras el ordenador seguía registrando un importante cambio.
—¿Mató usted a Jamie Gordon? —exigió saber el inspector Stevens.
Cuando la reacción registrada disparó los gráficos del ordenador, Jack Worth se arrancó los sensores del cuerpo y se levantó de un salto.
—¡Ya está bien! —gritó—. Creía que esto era sobre Tracey Sloane. Le han dicho a todo el mundo que ese vagabundo mató a Gordon. ¿De qué intentan inculparme? He sido claro con ustedes y he colaborado. Pero ahora voy a buscarme un abogado.