Mark Sloane salió del restaurante Marea sin haber probado la cena y después de decir a Nick Greco que tenía que irse a casa para llamar a su madre. Por la descripción del collar, no tenía ninguna duda de que los restos encontrados en Long Island City eran los de su hermana. En una de las últimas fotos que había enviado a casa, Tracey llevaba el medallón azul con su nombre. Había escrito: «Queridos mamá y Mark: ¿os gusta mi collar de zafiro? Una ganga por ocho dólares, ¿no os parece? Cuando mi nombre brille en Broadway, a lo mejor puedo comprarme uno auténtico. ¡Anda que no sería genial!».
¿Por qué y cómo había acabado el cuerpo de Tracey en Long Island City? Podrían no haberlo descubierto jamás si el complejo Connelly no hubiera explotado. Por otra parte, era de lo más curioso que una de las jóvenes con las que se había encontrado en el vestíbulo del edificio de su nuevo apartamento fuera la hija del propietario del complejo donde habían hallado el cuerpo de Tracey.
Mark miró el reloj. Solo eran las ocho. Quería hablar con Hannah Connelly. A lo mejor ella lo ayudaba a averiguar con rapidez si Harry Simon había trabajado alguna vez en la fábrica de Connelly o si tenía algún pariente que hubiera trabajado allí. Los archivos de hace casi treinta años seguramente ya no existen, se dijo. Hacienda no exige que los conserves más de siete años.
Cogió el móvil sin darse cuenta. Esto es una locura, pensó. Pero quiero una respuesta. A lo mejor durante todos estos años he pensado que algún día Tracey volvería a nuestras vidas. Cumpliré treinta y ocho años dentro de un par de meses. Ella solo tenía veintidós cuando desapareció. Tengo que llamar a mamá esta noche para contarle que han encontrado a Tracey. Espero poder decirle que muy pronto tendremos la certeza de que el baboso que trabajaba en la cocina es el culpable y no volverá a pisar la calle jamás.
Tracey. Hermana mayor. «Mark, se te da muy bien lanzar. Venga, hazme fallar ahora…».
Tracey lo llevaba al cine los viernes por la noche. Tomaban una hamburguesa con patatas fritas y un refresco en el McDonald’s y cuando llegaban al cine ella le preguntaba: «¿Palomitas o una tableta de chocolate, Mark? ¿O las dos cosas?».
Mark se dio cuenta de que tenía el móvil en la mano y estaba marcando el número de información. Se sintió aliviado al comprobar que Hannah Connelly estaba en el listín de búsquedas personales. Cuando lo conectaron con su número, pensó que, si ella no quería verlo, le bastaría con decírselo.
Contestó al segundo tono. El saludo de Hannah Connelly sonó casi sin aliento, como si le hubiera dado miedo coger el teléfono.
—Hannah, soy Mark Sloane. Vivo justo debajo de ti, en el quinto C. Nos conocimos en el vestíbulo la noche del jueves pasado.
—Sí, ya me acuerdo. —Ahora sonaba amigable—. Subiste al ascensor con Jessie y conmigo. Me temo que yo estaba bastante mal.
—¿Te han dicho ya que han encontrado unos restos óseos en la propiedad de tu familia en Long Island City?
—¿Cómo lo sabes? —Su tono ahora era de preocupación.
—Tracey Sloane era mi hermana. —Mark no esperó una respuesta—. Acaban de decírmelo. Estoy yendo para casa. Llegaré pronto. ¿Puedo subir a verte?
—Sí, claro. Mark, lo siento muchísimo.
Quince minutos después, Hannah estaba abriendo la puerta de su piso a Mark Sloane. Cuando lo conoció la noche del jueves pasado, al estar llorando a moco tendido y sentirse observada, apenas se fijó en el hombre alto y atractivo que tenía delante. Pero ahora lo primero que vio fue la expresión de dolor en su mirada y sintió tristeza.
—Pasa, Mark —dijo—. Por favor, pasa.
Él la siguió dentro del apartamento; se fijó en que la distribución era una copia exacta de su piso, con la diferencia de que no había cuadros repartidos por el suelo esperando a ser colgados. Ese piso tenía el acogedor aspecto de un espacio lleno de vida.
Mientras reflexionaba sobre eso, se dio cuenta de lo absolutamente irrelevante que era pensar en la decoración.
Había imaginado que Hannah Connelly estaría sola, pero había dos personas en la sala. Una era Jessie, la abogada alta y pelirroja que había conocido la otra noche. La otra era un tipo que tendría unos años menos que él pero que a todas luces estaba al corriente de la situación. Su apretón de manos fue firme.
—Soy Justin. Debes de estar pasándolo muy mal —dijo en voz baja.
Mark no quería emocionarse delante de desconocidos. De pronto notó que se le aflojaban las rodillas y se sentó en el sofá.
Su propia voz le sonó hueca cuando se oyó decir:
—Estaba con el inspector que investigó la desaparición de mi hermana hace casi veintiocho años. Está jubilado, pero siempre ha conservado una copia del expediente del caso. Estábamos cenando cuando ha recibido una llamada en la que le han dicho que quizá hayan encontrado los restos de Tracey. Bueno, es casi seguro que los han encontrado —se corrigió Mark—. Supongo que estoy aquí porque necesito respuestas. Cuando Tracey desapareció, una persona que trabajaba con ella en el restaurante fue interrogada, pero su coartada era demasiado buena. A lo mejor tuvo un cómplice; quiero decir, quizá lo ayudó alguien que trabajaba en el complejo Connelly. —Mark sintió que le ardía la garganta—. Sé que los inspectores harán las mismas preguntas, pero ahora tengo que llamar a mi madre para contarle que han encontrado a Tracey. Ya sabe que el tipo que trabajaba con ella, y que no paraba de decirle lo maravillosa que era, ha sido detenido por el presunto asesinato de una joven actriz. No importa lo que mi madre haya dicho, sé que nunca ha perdido la esperanza de que Tracey volviera a casa algún día. Yo sé lo que siento. Necesito respuestas. Si hay algún registro de empleados de esa época, ¿podría acceder a él? Necesito respuestas. Mi madre necesita respuestas…
La voz preocupada de Mark fue apagándose. Se levantó.
—Lo siento —dijo—. Normalmente no soy así.
Fue Jessie quien le respondió:
—Mark, todos nos hemos quedado de piedra con el descubrimiento de los restos de tu hermana. Puede que pronto haya una respuesta. El jefe de fábrica que ha trabajado para la familia de Hannah durante treinta años, y que regaló a Tracey el collar, está siendo interrogado por la policía en este mismo instante. También lo interrogaron cuando Tracey desapareció.
Al observar la expresión alicaída de Mark y sabiendo que estaba a punto de derrumbarse, Jessie dijo:
—Creo que deberías llamar a tu madre antes de que se entere por otra persona. —No tenía intención de decir nada más, pero añadió—: ¿Quieres que baje contigo? Creo que te vendría bien una taza de té o café. Te la prepararé mientras la llamas.