Justin Kramer no dudó en reconocer para sí mismo que le atraía muchísimo Hannah Connelly.
Desde el preciso instante en que abrió la puerta del piso de su hermana Kate y se quedó en el umbral, algo había cambiado en él.
Llevaba un chándal que resaltaba su esbelto cuerpo y su fina cintura. Sus ojos eran de un azul más intenso que los de su hermana y tenían unas largas pestañas que enmarcaban su mirada. Justin no sabía qué clase de persona esperaba encontrar. Quizá una chica parecida a Kate, que era alta y rubia, pensó.
Sin embargo, incluso en aquel breve encuentro con Douglas Connelly, Justin se había dado cuenta de que Hannah se parecía a su padre, un hombre muy atractivo.
El tío se zafó de mí rápidamente, pensó, y está claro que estaba molesto por algo. Luego, cuando llamé a Hannah, ella no pareció muy contenta al saber que su padre había estado en el piso de su hermana.
Me pregunto por qué.
* * *
El miércoles por la noche, cuando Justin llegó a casa del trabajo, decidió satisfacer su curiosidad sobre la familia Connelly.
Como experto en la búsqueda y localización de información, empezó a rastrear en su ordenador el material más reciente, que consistía sobre todo en los artículos sobre el incendio.
Ya era una noticia pasada que Kate y un antiguo trabajador claramente resentido fueran sospechosos de provocar la explosión. Desde el principio, Justin no había creído que Kate estuviera implicada en ninguna acción delictiva, y seguía sin creerlo. Le bastaba con haberla visto una vez, cuando cerraron el trato de compraventa del piso, para estar convencido de ello.
Los artículos de prensa mencionaban la tragedia acontecida hacía veintiocho años, cuando la madre de Kate y Hannah, su tío y otras cuatro personas se habían ahogado durante un naufragio. Su padre había sido el único superviviente.
Justin siguió buscando hasta que encontró las fotos del funeral de Susan Connelly y su cuñado, Connor. Aunque hubieran pasado tantos años, le conmovió el ver la foto de Kate con tres años de edad agarrada de la mano de su padre, yendo de aquí para allá en la iglesia de San Ignacio de Loyola y luego en el panteón familiar en el cementerio de Gate of Heaven, en Westchester County.
Bajo el apellido Connelly, grabado sobre la enorme y ornada lápida, distinguió los nombres de las personas ya enterradas en el lugar: DENNIS FRANCIS CONNELLY y BRIDGET O’CONNOR CONNELLY. Seguramente eran los abuelos, pensó.
Echó un último vistazo a la foto de Kate y su padre colocando una rosa de tallo largo sobre cada uno de los ataúdes, y después buscó información sobre Dennis Francis Connelly. Lo que descubrió sobre el fundador del complejo Connelly le resultó sorprendente y desconcertante a partes iguales.
—Ese tío sí que era raro —dijo en voz alta—. No habría querido tenerlo como padre.
Sacudiendo la cabeza, Justin apagó el ordenador. Eran las siete en punto. ¿Estaría Hannah en el hospital con su hermana? ¿O habría salido a cenar con alguien?
Sintió una punzada de celos al pensar en esa posibilidad. Espero que no, se dijo. No pasará nada si la llamo. Fue a coger el móvil. Hannah respondió a la primera.
—Estoy bajándome de un taxi en la puerta de mi edificio —puntualizó—. Kate ha pasado un buen día, aunque parecía inquieta. El médico dice que eso es buena señal. Puede que esté intentando despertar.
—Eso es genial —respondió Justin. Dudó un instante y luego preguntó—: ¿Ya has cenado?
—No, pero, para serte sincera, no me apetece nada sentarme en un restaurante.
—¿Te gusta la comida china?
—Sí.
—Shun Lee West está a un par de manzanas. Es el mejor restaurante chino de la ciudad. Deja que vaya a por la comida que más te guste y la llevo a tu casa. Pondré la mesa, calentaré la comida, la serviré y lavaré los platos. Tú no tienes que hacer nada.
Justin contuvo la respiración.
Hannah empezó a reír.
—Es la mejor oferta que me han hecho en toda la noche. Me gusta la sopa wantan y el pollo con sésamo. ¿Tienes mi dirección?