El miércoles por la tarde, Hannah y Jessie se reunieron para comer algo rápido en un pequeño restaurante en Garment, el distrito de la moda, a una manzana del despacho de Hannah. Esa mañana Hannah no había tenido tiempo de pasar por el hospital, solo de hacer una rápida llamada. Sabía que ella y Jessie tenían que hablar y ahora Kate ya no estaba en situación de riesgo. Ambas pidieron un bocadillo y un café. Esa reunión no sería como una de sus cenas en Mindoro’s, donde bebían vino, comían pasta y se ponían al día.
Desde el otro extremo de la mesa, Jessie miró a su amiga con satisfacción. A Hannah le brillaba la mirada. Las ojeras habían desaparecido. Llevaba un jersey blanco de cuello alto y un pañuelo de diseño de tonos azules alrededor de los hombros.
—Tienes muy buen aspecto —dijo Jessie—. Supongo que habrás pasado buena noche.
Hannah sonrió y dijo:
—Tú también tienes muy buen aspecto. Ese es otro de los conjuntos que me alegro de que te lo compraras porque te lo sugerí. El tweed verde te queda de maravilla con el pelo rojo. Anoche caí rendida a las ocho, y esta mañana me he despertado a las ocho. Ni siquiera he ido al hospital, pero al llamar me han dicho que Kate estaba durmiendo tranquila y que la temperatura era normal. Sé que a estas alturas no puedo pedir más.
Jessie no quiso perder la oportunidad mostrándose algo optimista.
—No, no puedes, pero el hecho de que ya no tenga fiebre es muy buena noticia.
—Sí que lo es. Jess, ¿cómo afecta en la defensa de Kate y Gus el hecho de que hubiera alguien en esa furgoneta la noche de la explosión?
—Está claro que abre nuevas posibilidades. Intuyo que anoche no viste las noticias.
—No, no las vi.
—Encontraron una foto familiar en el vehículo accidentado. Ha salido en todos los medios. Esperan que les sirva para identificar a quien se refugiaba allí.
El camarero había llegado.
—Dos bocadillos de jamón y queso con pan de centeno, lechuga y mostaza. Dos cafés solos —verificó mientras ponía los platos con brusquedad en la mesa, seguidos por las dos tazas.
Jessie miró las salpicaduras de café en su platillo.
—Restaurante de cuatro tenedores —murmuró—. Bueno, no pasa nada. Estos bocadillos siempre están buenos.
—Si averiguan quién era la persona de la furgoneta, ¿qué supondrá eso para Kate y Gus? —quiso saber Hannah.
—No lo sé. Ese vehículo estaba en el fondo del aparcamiento, bastante alejado de los edificios. Si había algún vagabundo dentro, pudo haber estado durmiendo la mona y no enterarse absolutamente de nada. Pero sí tengo claro que quieren averiguar quién era y qué implica el hecho de que estuviera allí. Y posiblemente eso sea bueno para Kate.
—Será bueno a menos que esa persona viera algo que fuera malo para Kate. —Hannah bebió un sorbo de café y cogió su bocadillo.
—Conociéndote, te comerás la mitad y dejarás la otra en el plato —dijo Jessie muy convencida.
—Tienes razón. ¿Qué quieres que te diga? Es enorme. Seguramente a las cinco de la mañana tú ya estabas haciendo gimnasia. Tú sí tienes que acabarte el tuyo.
—A las seis —confirmó Jessie—. Hannah, tengo la sensación de que te preocupa que Kate esté implicada en la explosión. ¿Me equivoco?
Se quedó mirando a Hannah mientras esperaba la respuesta. O cree que Kate está implicada o lo sabe a ciencia cierta, pensó Jessie con desesperación.
—Está bien. Voy a contarte exactamente lo que ocurrió. El jueves por la tarde, cuando mi padre estaba a solas con Kate, ella le dijo algo. Yo acababa de salir de la UCI, pero le vi la cara. Parecía asustado. Solo puede describirse así: asustado. Cuando le insistí en que me contara qué le había dicho Kate, me sorprendió que ella le había confesado que sentía lo del incendio.
—Que sentía lo del… —empezó a repetir Jessie lentamente.
—Ya puedes imaginar lo que pensé, que Kate provocó el incendio. Pero pasados unos días, mi padre me comentó que estaba tan impresionado con lo del accidente que seguramente no había dicho más que tonterías sobre lo que Kate le confesó. Aseguró que ella había dicho que sentía lo que pasó refiriéndose a lo mucho que le importaba el complejo.
—Eso es muy diferente, por decirlo con delicadeza —soltó Jessie—. ¿Qué versión te convence más?
—No puedo creer que mi hermana haya planeado una explosión.
—Yo tampoco —respondió Jessie con énfasis—, pero debo decirte que he hablado con Doug por teléfono. Está decidido a defender la versión de que Gus engañó a Kate para que se reuniera con él en el complejo. Justifica que ella lo llamara porque siempre había sido muy simpática con Gus y casualmente se puso en contacto con él para charlar un rato. El resto de la hipótesis que Doug plantea es que Gus lo odiaba tanto por haberlo obligado a jubilarse que encontró una forma de castigarlo. Engatusó a Kate para que se reuniera con él a la hora en que sabía que se produciría la explosión. Seguramente le dijo que necesitaba su ayuda. Pero algo salió mal. Gus acabó muerto, y Kate, gravemente herida.
Jessie dio el último bocado a su primera mitad del bocadillo y agarró la otra mitad.
—Un empleado resentido hizo estallar el complejo. La hija herida es una víctima inocente, y el seguro paga. ¿Te quedas con la película?
—Supongamos que Kate se recupera y… Mejor dicho, cuando Kate se recupere y pueda hablar de todo esto, ¿qué pasará si contradice la versión de mi padre? —planteó Hannah en voz baja.
—No sé. —Jessie no quería contar a Hannah que percibía cierta desesperación en la actitud de Douglas Connelly.
Pase lo que pase, él siempre puede conseguir un montón de dinero si vende la propiedad, pensó. Pero quiere ir a por el premio gordo; serán más millones si cobra el seguro. No quisiera ser yo la que se interponga en su camino para impedírselo.