A primera hora de la tarde del viernes, Doug Connelly y Jack Worth se reunieron en el aparcamiento de la funeraria y fueron a presentar sus respetos al fallecido Gus Schmidt. Lottie, blanca como un fantasma, había regresado a la fila de condolencias tras un breve descanso y los saludó con la misma frialdad que había demostrado ante Hannah.
—Gus jamás volvió a ser el mismo desde que lo echaron de Connelly —dijo a Jack—. No era demasiado viejo para seguir trabajando. Era un perfeccionista, y tú lo sabías. —A Doug, le dijo—: Kate se aprovechó de él. Gus la adoraba porque ella luchó para que él recibiera un año de sueldo cuando lo despidieron.
Ambos hombres escucharon, y luego Doug comentó:
—Lottie, sabemos lo que están diciendo los medios. Es de conocimiento público que Gus nos odiaba, a Jack y a mí. No tenemos ni idea de por qué Kate se reunió con él a esas horas en el museo. Lo único que sabemos es que quizá se puso en contacto con él para saber cómo le iba. Eran buenos amigos. La verdad acabará saliendo a la luz. Y ahora, una vez más, quiero expresarte mi más sincero pésame por tu pérdida y por toda esta situación tan trágica.
Sabiendo que había llegado el momento de marcharse, Doug se limitó a saludar con la cabeza a Gretchen y empezó a caminar hacia la puerta. Pero no llegó muy lejos, porque la mayoría de las personas que estaban allí eran sus empleados y muchos de ellos trabajaban con Gus. Todos estaban muy impacientes por saber si Doug tenía intención de reconstruir el complejo.
—Estoy removiendo cielo y tierra para que eso ocurra —les aseguró Doug.
Miente, pero lo hace con estilo, pensó Jack Worth. Supo que era su momento de entrar en escena.
—Señor Connelly —dijo en un tono respetuoso—, ha tenido un día agotador en el hospital junto a su hija. Sé que quiere hablar con todo el mundo, pero entenderán que tenga que irse. —Su tono firme transmitía un claro mensaje a los hombres cuyo trabajo, hasta el día anterior por la mañana, había supervisado a diario.
—Por supuesto… desde luego… Rezaremos por su hija Kate, señor Connelly.
Seguido por Jack Worth, Doug salió de la funeraria y caminó por el sendero hasta el aparcamiento.
Jack le abrió la puerta del Mercedes.
—¿Esta noche no tenemos chófer? —preguntó.
—Vamos a retirarnos pronto y no pienso beber más que un whisky en la cena. ¿Has hecho una reserva en el Peter Luger?
—Sí, así es, Doug.
—Bien. Nos vemos allí en diez minutos.
* * *
En menos de media hora ya estaban sentados a una mesa del famoso Peter Luger Steak House. Ambos pidieron un whisky con hielo.
—Lottie acaba de darme una buena idea —dijo Doug—; de hecho, una idea perfecta. El móvil de Kate demostrará que llamó a Gus el miércoles por la tarde, pero nadie sabe qué hablaron. A lo mejor Gus había planeado tenderle la trampa de la explosión.
Jack miró la atractiva cara de su jefe, al otro lado de la mesa.
—Doug, ¿crees que alguien se tragaría eso?
—No veo por qué no —respondió Doug, animado—. Cualquiera que conozca a Kate sabe que tenía tendencia a exagerar. Por ejemplo, ¿alguna vez te dijo que quería hacer volar por los aires el maldito complejo?
—Sí, sí lo hizo, cuando fue a la fábrica hace un par de semanas y vio que las cámaras de seguridad no funcionaban.
—¿Crees que lo decía en serio?
—No, claro que no.
—Pues ahí lo tienes.
Llegaron las bebidas. Doug Connelly tomó el primer sorbo y sonrió.
—Perfecto.
—Es difícil estropear un whisky con hielo —comentó Jack.
—Lo siento, pero creo que en eso te equivocas, Jack. Demasiado hielo puede estropearlo.
Había ciertos temas que Doug había prohibido que Jack sacara a colación.
—Ni siquiera pienses en ello —había ordenado Doug.
Por esa razón Jack pensó con mucha cautela su siguiente pregunta antes de formularla:
—Si Kate se recupera, ¿crees que accederá a decir que Gus la engañó pidiéndole que se reuniera con él?
—Jack, Kate es una joven muy inteligente. Es contable titulada. Estaba deseando recibir su participación del diez por ciento con cualquier venta de la propiedad. Si culpan a Gus de todo, nos pagarán la póliza, incluido el seguro por las antigüedades. Un incendio provocado por un ex empleado disgustado es algo frecuente.
Dejando de lado el tema, Doug levantó la vista para llamar la atención del camarero.
—Yo tomaré el filete, Jack —dijo—. ¿Y tú?