El viernes por la mañana, un funcionario de la oficina forense entregó el cuerpo de Gus Schmidt a Charley Walters, el director de la funeraria que Lottie había escogido.
—Si le sirve de consuelo a la viuda —comentó el funcionario—, la muerte fue instantánea. Murió al recibir el impacto de la escalera que se derrumbó encima de él. No sintió las quemaduras de las manos cuando lo sacaron fuera a rastras.
El cuerpo de Gus sería llevado al tanatorio para que pudieran velarlo. Al día siguiente sería incinerado.
El funcionario, un técnico de laboratorio delgaducho y de unos treinta años, era nuevo en su trabajo y le resultaba emocionante. Había leído con voracidad todo lo relativo a la explosión que había destruido el complejo Connelly y había pensado en el motivo que había llevado a Gus Schmidt y Kate Connelly a reunirse allí a esas horas de la madrugada. Aunque sabía que no tenía derecho a preguntar, su curiosidad fue más fuerte que él.
—¿Sabe qué hacían en ese lugar Schmidt y la señorita Connelly?
Consciente de que se trataba de una conversación entre colegas, Walters respondió:
—Nadie ha dicho nada, pero todo el mundo sabe que Gus Schmidt nunca superó el hecho de que lo despidieran.
—Un par de jefes de bomberos vinieron ayer a recoger su ropa. Cuando se produce un incendio sospechoso, lo primero que hacen es examinar la ropa de las víctimas en busca de pruebas.
—Siempre que tenemos un funeral con algún incendio de por medio hay una investigación —aclaró Walters—. Algunos de ellos son provocados por la mano de Dios, como cuando cae un rayo. Otros son accidentes, como cuando los niños juegan con cerillas. Hace poco hubo un caso como este. El niño de tres años logró salir corriendo, pero su abuela murió intoxicada por el humo mientras lo buscaba. O a lo mejor hay gente que no puede vender una casa o un negocio y quiere cobrar el seguro. Dicen que la empresa de Connelly estaba yéndose a pique.
Walters se dio cuenta de que estaba hablando demasiado. Tenía que firmar los documentos necesarios para la recogida del cuerpo de Gus Schmidt y ponerse en marcha.