Paul Walsh quedó suficientemente doblegado por la amenaza de su jefe de asignarlo a otro departamento, y aceptó de buena gana la tarea de comprobar si era cierto lo que había dicho la casera de Zach y el hombre pensaba mudarse a una casa que Ted Cartwright le había regalado.
A las nueve y media de la mañana del jueves, Paul se encontraba hablando con Amy Stack, quien le contó con tono indignado la broma tan pesada que Zach Willet tuvo la desfachatez de gastarles a ella y el señor Cartwright.
—Sonaba tan convincente cuando me dijo que el señor Cartwright le había regalado la casa piloto… Me siento como una completa idiota por haberle creído.
—¿Qué dijo el señor Cartwright cuando le dijo usted que Zach quería esa casa?
—Al principio no me creyó, y luego pensé que se iba a poner echo una furia. Pero en vez de eso se echó a reír y me dijo que habían hecho una estúpida apuesta y que Zach estaba actuando como si él hubiera ganado.
—Con apuesta o sin ella, ¿le dio la impresión de que el señor Cartwright tenía intención de cederle a Zach Willet esa casa? —preguntó Walsh.
—Incluso si hace años le salvó la vida al señor Cartwright, Zach Willet no tenía la más mínima posibilidad de volver a poner los pies en esa casa —dijo Amy con el tono solemne de quien está prestando juramento.
—¿Estuvo ayer aquí todo el día el señor Cartwright?
—No. Se pasó entre las nueve y las diez, pero se quedó muy poco rato. Dijo que volvería a las cuatro para reunirse con el contratista, pero supongo que cambió de opinión.
—Los hay que tienen suerte —dijo Walsh con un deje de ironía—. Gracias, señora Stack. Me ha sido de gran ayuda.
*****
La noticia de la muerte de Zach se había difundido por el club hípico Washington Valley. A la gente que trabajaba en los establos le parecía impensable que alguien hubiera podido dispararle.
—No habría hecho daño ni a una mosca —dijo protestando Alonzo, un anciano flacucho, cuando Walsh preguntó si Zach Willet tenía enemigos—. Zach era muy reservado. En los cincuenta años que hace que le conozco nunca se ha metido en ninguna pelea.
—¿Sabe si alguien le guardaba rencor por algún motivo?
A nadie se le ocurría nada, hasta que Alonzo recordó que Manny Pagan había comentado algo sobre una discusión entre Ted Cartwright y Will el día antes.
—Manny está con un caballo en el picadero. Iré a buscarlo —se ofreció Alonzo.
Manny Pagan fue al establo con el caballo.
—El señor Cartwright prácticamente me gritó. Nunca había visto a un hombre tan furioso. Le señalé la mesa de picnic donde Zach estaba comiendo y Cartwright fue hacia allí como un toro enfurecido. Vi que discutían. Le juro que, cuando volvió a pasar a mi lado unos minutos más tarde de camino a su coche, le salía humo de las orejas.
—¿Y eso fue ayer a la hora de comer?
—Exacto.
Paul Walsh había averiguado lo que quería y estaba deseando marcharse de allí. Era alérgico a los caballos y los ojos empezaban a llorarle.