—Mamá, ¿puedo quedarme en casa contigo? —preguntó Jack.
La pregunta era tan inesperada que me sorprendió, pero enseguida encontré una explicación.
—Estabas llorando. Lo sé —dijo muy práctico.
—No es verdad —protesté—. Anoche no dormí bien y tengo los ojos cansados, nada más.
—Estabas llorando —dijo sin más.
—¿Quieres apostar? —Traté de decirlo como si fuera un juego.
A Jack le encantan los juegos.
—¿Qué clase de apuesta? —preguntó.
—Te diré lo que haremos. Cuando te deje en la escuela, volveré a casa y dormiré un poco y si mis ojos están bien cuando te recoja, me deberás cien trillones de dólares.
—Y si no están bien tú me deberás a mí cien trillones de dólares. —Se echó a reír.
Normalmente saldábamos aquellas apuestas con un cucurucho de helado o una sesión en el cine.
Después de apostar, Jack aceptó encantado que lo llevara al colegio. Y conseguí volver a casa antes de desmoronarme otra vez. Me sentía atrapada e indefensa. Por lo que yo sabía, Zach había dicho a otras personas que me iba a reunir con él. ¿Cómo iba a explicar que me había dicho que tenía pruebas de que Ted Cartwright había matado a mi padre? ¿Y dónde estaban ahora esas pruebas? Prácticamente me habían acusado del asesinato de Georgette Grove y ese jardinero. Había tocado a Zach, y quizá mis huellas estaban en el coche.
Estaba terriblemente cansada, así que decidí que quizá lo mejor era hacer lo que le había dicho a Jack, dormir un poco. Estaba subiendo al piso de arriba cuando llamaron al timbre. Mi mano se quedó paralizada sobre la baranda. Mi instinto me impulsaba a seguir subiendo, pero cuando el timbre volvió a sonar, bajé. Estaba segura de que sería alguien de la oficina del fiscal. Lo único que tengo que hacer es decirles que no contestaré a ninguna pregunta si no está presente mi abogado, pensé.
Cuando abrí la puerta, fue un alivio comprobar que el detective Walsh no estaba allí. El fiscal estaba en el porche con el detective joven y de pelo negro que había sido tan educado conmigo.
Me había dejado las gafas de sol en la cocina, así que ya me imagino lo que debieron de pensar al verme los ojos hinchados y enrojecidos. Por un momento creo que no me importó. Estaba cansada de huir, de luchar. Me pregunté si habrían venido a arrestarme.
—Señora Nolan, sé que tiene un abogado que la representa, y le aseguro que no voy a preguntarle nada relacionado ni con la muerte de Georgette Grove ni con la de Charley Hatch —dijo Jeff MacKingsley—. Pero creo que quizá tenga cierta información que podría sernos de utilidad en relación con un asesinato que acaba de cometerse. Sé que ha estado tomando clases de equitación con Zach Willet. Esta mañana lo han encontrado muerto de un disparo.
No dije nada. No me sentía con fuerzas para fingir que estaba sorprendida. Que piensen que mi silencio se debe a la impresión y el malestar… eso si no deciden que significa que ya lo sabía.
MacKingsley esperaba una respuesta, pero cuando vio que no llegaba, dijo:
—Sabemos que tuvo una clase con él ayer por la tarde. ¿Le dijo si tenía intención de reunirse con alguien?
—¿Pensaba reunirse con alguien? —repetí, y mi voz rozaba la histeria. Me llevé la mano a la boca—. Tengo un abogado. —Logré que mi voz sonara menos aguda—. No hablaré si él no está presente.
—Mire, señora Nolan, la pregunta que quiero hacerle es muy sencilla. La fotografía de la familia Barton que encontró en el poste del cobertizo. ¿Se la enseñó usted a su marido?
Pensé en cuando encontré la fotografía, cuando la escondí en el compartimiento secreto, cuando Jack se lo dijo a Alex y Alex se molestó tanto porque no se lo había dicho. Aquella fotografía era uno más en una secuencia de sucesos que cada vez hacían más grande la brecha entre Alex y yo.
Al menos podía contestar aquella pregunta sin miedo.
—Mi marido ya se había ido al trabajo cuando la encontré. Y volvió a casa cuando yo se la estaba entregando a usted. No, señor MacKingsley, no la vio.
El fiscal asintió y me dio las gracias pero, cuando se dio la vuelta para marcharse, me dijo en un tono que me pareció extrañamente comprensivo:
—Celia, de verdad, creo que todo empieza a encajar. Todo irá bien, ya lo verá.