Vanessa se mueve despacio hacia Rickard. Está totalmente concentrado en lo que ocurre en el escenario, donde Erik sigue hablando sin parar. Parece que pudiera pasarse toda la eternidad soltando tópicos sobre EP.
—Somos muchos y cada vez seremos más. ¡Nuestro viaje no ha hecho más que empezar!
Estalla una nueva oleada de júbilo. Sorprendentemente, Erik parece haber puesto punto final. Se aparta a un lado y deja paso a Helena, que también aplaude. Va hasta el borde del escenario y da palmadas subiendo los brazos por encima de la cabeza para mantener el júbilo del ambiente.
Vanessa mira a Rickard.
Tiene un aspecto muy corriente. Muy normal. ¿Pero no es eso exactamente lo que dicen los vecinos del asesino en serie cuando lo detienen después de haber encontrado catorce cadáveres enterrados en su jardín?
Los chicos que estaban junto a él se acercan al escenario y de pronto se queda solo. Vanessa se le aproxima. Se detiene.
La cadena del amuleto parece gruesa. No se atreve a darle un tirón.
El cierre se le ha resbalado hacia el pecho. Vanessa suelta un taco para sus adentros. Va a ser mucho más difícil quitárselo en esa posición. Solo tiene una oportunidad. Da un paso, se seca el sudor de las manos en los vaqueros, las levanta hacia el amuleto y las va alargando poco a poco. Está tan cerca que puede sentir su aliento. Huele a patatas fritas de bolsa y a decepción. Casi roza la cadena con los dedos.
Rickard se sobresalta y le clava la mirada.
No, eso es imposible, piensa Vanessa. Son imaginaciones mías.
Antes de tener tiempo de entender qué está pasando, Rickard le sujeta las muñecas como si la tuviera agarrada con unas tenazas.
Vanessa le da una patada en las espinillas con todas sus fuerzas, pero él ni siquiera reacciona. La golpea en la barriga con la rodilla como un mazo.
A Vanessa se le nubla la vista de dolor. No puede respirar. Rickard la sigue agarrando de las muñecas mientras ella se desploma en el suelo.
Nota que se hace visible, y así se lo confirman los doscientos pares de ojos que se vuelven hacia ella.
Anna-Karin sufre tal conmoción que sale despedida de la conciencia del zorro.
—¡La ha descubierto! —susurra ya con los ojos abiertos.
Ve moverse la sombra de Ida, que se levanta a su lado.
—Han descubierto a Vanessa —susurra Anna-Karin—. Él…
Se calla.
Unos pasos se acercan desde el gimnasio. Ida también los ha oído. Ya está saliendo de las duchas.
—¡Espera! —susurra Anna-Karin tratando de alcanzarla.
Pero Ida es mucho más rápida. La pierde de vista cuando cruza las puertas del otro lado de los vestuarios, y sale al pasillo a oscuras.
Anna-Karin sabe que no debería y, aun así, se sorprende. Creía que Ida había cambiado de verdad.
La puerta que hay detrás de Anna-Karin se abre.
La puerta que conduce al gimnasio.
Se da la vuelta.
Julia y Felicia están entrando. Detrás de ellas vienen más miembros de EP, como una enorme masa amarilla.
Anna-Karin retrocede. En sus ojos se ve que comparten una sola conciencia, una sola voluntad. La de atraparla.
Recurre a toda la fuerza de su poder.
PARAD.
Julia y Felicia siguen acercándose y Anna-Karin va caminando hacia atrás, hasta que se da con uno de los bancos que rodean las paredes de la habitación, y casi se clava un gancho de metal en la nuca.
¡PARAD!
La masa sigue acercándose.
No es porque sean muchos. Anna-Karin ha controlado a un número mucho mayor de personas. Es porque están conectados. Su poder se diluye en esa enorme conciencia común. Es como intentar llenar una bañera con una cucharilla.
Julia y Felicia se van cada una para un lado y la agarran de los brazos. Anna-Karin ni siquiera ofrece resistencia, sino que deja que la lleven al gimnasio. Si también atrapan a las demás Elegidas, puede que juntas tengan alguna posibilidad.