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El fuego azul se ha ido extinguiendo poco a poco y Minoo sigue sentada en la pista de baile, totalmente sola. Tiene la linterna encendida a su lado. Fuera del haz de luz no hay más que densa oscuridad.

Cuando Adriana se fue, trataron de ingeniar todas las posibles vías de escape, pero solo consiguieron dar palos de ciego.

Y Minoo sigue allí. Naturalmente, a las demás les extrañó que quisiera quedarse sola en plena noche. Ahora ella también empieza a preguntarse si ha sido sensato.

Casi se le para el corazón al oír unos ruidos sordos en el bosque, al otro lado de la valla, pero cuando acerca la linterna e ilumina en esa dirección, solo ve un corzo que desaparece entre la niebla.

Huir.

Ese ha sido el único consejo que les ha podido ofrecer Adriana. Pero no pueden huir. No pueden abandonar al mundo a su destrucción.

Minoo saca de la mochila el Libro de los paradigmas y el localizador, los pone bajo la luz de la linterna. Abre el libro y observa con el localizador. Lo gira, pasa las páginas, intenta concentrarse en alguna de las preguntas que le rondan por la cabeza.

Pero los signos siguen inmóviles. El libro no dice nada.

Nada de nada. Como de costumbre.

—¡Ayudadnos! —dice Minoo en voz alta y mira hacia la oscuridad—. Matilda dijo que nos ayudaríais en el juicio.

Nadie le responde.

—Solas no tenemos escapatoria —dice en voz más alta todavía—. Si sois nuestros protectores, protegednos entonces.

Minoo solo oye el viento que silba entre las copas de los árboles. Cierra el libro. Arroja el localizador de paradigmas entre las sombras. La lente centellea hasta que la pierde de vista. Es tal la frustración que siente que está a punto de echarse a llorar.

—Me habéis bendecido con vuestra magia. Dejadme usarla.

Está a punto de sucumbir. Todo está a punto de sucumbir. ¿Es que los protectores no lo ven?

—Si existís, si estáis de nuestro lado, demostradlo.

Y algo se mueve en su interior. Algo responde a sus plegarias. Algo que la colma. Se extiende por todo su cuerpo.

Quiere salir.

Y Minoo deja caer las barreras. Libera el humo negro. Mana veloz, sedoso y denso, fluyendo hacia el Libro de los paradigmas.

El libro se abre de golpe en el suelo. Las hojas empiezan a pasar solas, más rápido. Y más. Y más. Hasta que se detienen.

El humo negro flota en el aire suspendido sobre el libro. A la espera.

Y Minoo pregunta.

¿Cómo saldremos airosas del juicio?

De repente, empieza a ver paradigmas entre los signos de los elementos.

Ve los signos y ve mucho más allá.

Cuando la respuesta llega no la entiende del todo.

Pero sabe qué tienen que hacer.

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