Capítulo 111

Nueva Escocia, 15 de febrero de 1916

Cuando escucharon que la jaula bajaba de nuevo, Duncan y sus hombres prepararon la nueva carga. La jaula descendió lentamente hasta que estuvo a la vista de todos.

—¿Qué demonios hacen bajando? —dijo Duncan al ver la jaula repleta de gente.

Hércules y Roosevelt estaban a unos pasos observando algunas de las reliquias más importantes.

La jaula tocó tierra y salieron varios hombres. Sin mediar palabra dispararon a Duncan y sus hombres. Después Jean se quitó el casco y miró directamente a Hércules.

—Nos volvemos a encontrar —dijo Hércules mirando directamente a los ojos sin párpados de Jean.

—Veo que es de los que miran a la muerte de cara —contestó Jean sonriente.

—¿Hay otra manera de mirarla? —preguntó Hércules.

—Imagino que para alguien tan vacío como usted la muerte es una liberación, pero no se engañe, en el otro lado cada uno tendrá que pagar por sus obras.

—Deje que yo salde cuentas con Dios —dijo Hércules.

—Bueno, creo que al final lo hemos encontrado. Únicamente aquí, en esta réplica perfecta del templo de Salomón, los templarios podemos recuperar nuestro poder —dijo Jean mirando la gran sala.

—Usted profana el templo con sus ceremonias sacrílegas —dijo Lincoln.

—Bueno, creo que a su viejo Dios de barba blanca no le importará mucho. Preparemos el sacrificio y yo me vestiré para el ritual —dijo Jean con un gesto.

Los templarios ataron a todos los prisioneros y los colocaron enfrente del sanctasanctórum. Jean se fue a un lugar apartado y se puso su ropa ceremonial.

Cuando apareció de nuevo llevaba el pectoral de piedras preciosas en las que estaban grabados los nombres de las doce tribus de Israel, el mitznefet o turbante del sumo sacerdote y su túnica de lino puro. Cuando Lincoln observó el rostro de Jean, pensó que el mismo diablo se había vestido de ángel de luz.