Capítulo 110

Nueva Escocia, 15 de febrero de 1916

La espera se les hacía interminable. Ayudaron a subir varias jaulas repletas de oro, joyas y todo tipo de objetos de valor. Los hombres de Duncan los clasificaban y guardaban en cajas de madera, después las sellaban con clavos y ponían una referencia.

—¿Qué hora es? —preguntó Alicia impaciente.

—Son las once —contestó Lincoln.

—No puedo más, estoy deseando ver lo que hay ahí abajo.

—Más joyas y oro —dijo Lincoln indiferente.

—A veces no te entiendo —refunfuñó Alicia.

—Mi objetivo era vengar la muerte de mi padre, no me importa el tesoro.

—No quiero juzgarte, pero creo que Jesucristo dijo que había que amar a nuestros enemigos.

—No me darás lecciones de Biblia a estas alturas —objetó Lincoln.

—¿Sabes una cosa?, si he admirado algo de ti durar e todos estos años ha sido tu fe, no te dejes vencer, por favor —dijo Alicia suavizando el tono de voz.

—Creo que al menos por una vez en la vida tengo todo el derecho a estar furioso. Mi padre no merecía morir así. Había servido a Dios y a la gente toda su vida —dijo Lincoln.

—El odio no te ayudará —señaló Alicia.

—Al menos ese cerdo está muerto.

—Siento defraudarle —dijo una voz a su espalda.

Diez hombres salieron de entre los árboles. Los hombres de Duncan intentaron pararles, pero lo único que recibieron fue una carga de plomo.

Alicia y Lincoln se ocultaron tras unas cajas.

—No tienen nada que temer por ahora —dijo Jean acercándose a ellos.

Su rostro había desaparecido por completo. Su piel era un amasijo de carne sin forma en el que apenas se reconocían rasgos humanos.

—¿Usted? —dijo Alicia sorprendida y aterrorizada.

—No he terminado mi misión. Nunca la han comprendido, ¿verdad? No puedo morir hasta que complete aquello para lo que he sido enviado —respondió Jean con una voz ronca y seca.

Lincoln miró el fusil a unos dos metros de distancia.

—Yo no lo intentaría. A no ser que no le importe la vida de ella. Imagino que están deseosos de bajar; por favor, pónganse el equipo. Ha llegado el momento de despertar a la fuerza.

Se vistieron y descendieron al pozo con cinco hombres de Jean. Ahora estaban en su territorio, el reino de la oscuridad.