Nueva Escocia, 14 de febrero de 1916
Después de media hora de búsqueda, Hércules y sus amigos se dieron por vencidos. No tenía sentido insistir, sin duda aparecerían en cualquier momento. Roosevelt estudió los planos del pozo y las notas de sus amigos. Al parecer, el segundo túnel había llegado a la base del pozo y ese mismo día tenían que haber comunicado ambos pozos.
—¿Ya han llegado hasta la máxima profundidad? —preguntó Hércules entrando en la tienda.
—Sí, hoy iban a comunicar los dos.
—¿Quiere que descendamos para buscarlos? —preguntó Hércules.
—No creo que estén todos abajo.
—Podría tratarse de un accidente, a lo mejor descendió un primer grupo y ante la tardanza, descendió un segundo grupo —dijo Hércules.
—Esperaremos —dijo Roosevelt intentando ocultar su preocupación.
Alicia y Lincoln se alejaron un poco del campamento. Se aproximaron a la orilla y estuvieron en silencio, escuchando el sonido del mar.
—Dentro de poco regresaremos a Europa —dijo Alicia.
—Estoy pensado que sería mejor que yo me quedara en Estados Unidos, tengo que arreglar algunos asuntos de mi padre, contactar con mi hermana, además creo que nuestra asociación con Hércules está llegando a su fin.
—¿Por qué dices eso?
—Alicia, cada vez nuestras opiniones son más dispares. Además, nuestras investigaciones han ido demasiado lejos, mi padre ha muerto por mi culpa.
—Que te quedes no le devolverá la vida —dijo Alicia.
—Te hice una promesa y la cumpliré —dijo Lincoln.
—No hace falta que cumplas ninguna promesa —dijo la mujer devolviéndole el anillo.
En ese momento se escuchó el ruido de la polea al ponerse en marcha. Los dos corrieron hacia el campamento, antes de llegar observaron cómo unos hombres vestidos de negro y con un casco de minero asomaban por la boca del pozo.