Capítulo 106

Nueva Escocia, 14 de febrero de 1916

Después de un par de días habían llegado a Nueva Escocia. La nieve seguía reinando en la mayor parte del paisaje, pero Hércules y sus amigos no dejaban de asombrarse con el espectacular panorama de los vastos bosques y las montañas. En los últimos meses habían recorrido desde México toda la costa Este de los Estados Unidos, pero sin duda esas eran las tierras más bellas y vírgenes que habían visto nunca. Roosevelt les había invitado a unirse a la expedición en busca del tesoro y ellos no lo habían dudado dos veces, después de semanas detrás de aquel misterio, no podían marcharse de América sin contemplarlo con sus propios ojos.

Roosevelt detuvo el barco frente a las costas de la isla de Oak. Hércules y sus amigos observaron la orilla.

—Se preguntarán qué tiene de especial esta isla. En esta zona hay trescientas sesenta islas. Según la leyenda, aquí se esconde un misterio —dijo Roosevelt echando el ancla.

—¿Qué misterio? —preguntó Hércules, ansioso por conocer la historia.

—En 1795, Daniel McGinnis descubrió una pequeña depresión en un claro en el extremo suroeste de Oak. El señor McGinnis descubrió una polea junto al agujero, decidió excavar la entrada y llegó a una profundidad de treinta pies, unos diez metros. Unos ocho años después, hacia 1803, se realizó una excavación más exhaustiva. Los exploradores llegaron hasta los veintisiete metros. Encontraron capas de madera, carbón vegetal y fibra de coco —dijo Roosevelt.

—¿Fibra de coco? —preguntó Lincoln.

—Sí, es una cosa extraña. Justo a los veintisiete metros se encontró una piedra en la que estaban grabados una serie de símbolos. Al parecer, la piedra indicaba que el tesoro estaba cuarenta pies más abajo. Pero tuvieron que parar la excavación, porque el túnel se anegaba constantemente. Después se hicieron dos expediciones en el siglo pasado, pero tampoco se consiguió nada —dijo Roosevelt.

—¿Cómo espera llegar allí? —preguntó Alicia.

—Se ha excavado un túnel paralelo, intentaremos entrar por debajo del nivel del mar, al parecer el agua se filtra del océano.

—¿Por qué cree que se encuentra en ese lugar el tesoro de los templarios? —preguntó Hércules.

—Algunos creen que se trata del tesoro del algún pirata, otros que fue construido por los franceses en la guerra de los Siete Años, algunos hablan de las joyas de María Antonieta, pero ya han visto que los templarios llegaron aquí primero en el siglo XIV y en el siglo XVIII llegó el segundo grupo, temeroso de que la nueva casa reinante en Gran Bretaña los volviera a perseguir —dijo Roosevelt.

—Pero, al parecer, Jean buscaba más que un tesoro —dijo Alicia.

—Bueno, eso ya lo saben, al parecer Jeremías pudo sacar el arca justo antes de las invasiones babilonias, así lo narra el libro de los Macabeos, y la habría ocultado en el monte Nebo —dijo Roosevelt.

—Aunque usted cree que fue una de las reliquias que encontraron los templarios en el monte del templo —dijo Hércules.

—Eso es lo que creo. Por eso el papa Clemente V intentó llegar a un acuerdo con ellos en el famoso pergamino de Chinon, para que los templarios dieran la reliquia a la Santa Sede, pero el rey de Francia se opuso y se perdió la pista para siempre —dijo Roosevelt.

—Entonces, usted cree que existió el arca y que tiene ese tipo de poderes —dijo Lincoln.

—Si le soy sincero, más bien creo que el arca es algo parecido a la famosa batería de Bagdad —dijo Roosevelt.

—¿Qué es eso? —preguntó Alicia.

—Se han descubierto en las proximidades de Bagdad unas vasijas con cobre en el interior, en forma de cilindro y hierro. Llevaban algún líquido en su interior, posiblemente zumo de limón, y se cree que eran capaces de generar una potente corriente eléctrica —dijo Roosevelt.

—Pero ¿qué sentido tiene eso? No lo sabemos, tal vez lo utilizaban como arma —conjeturó Hércules.

—Eso es una tontería, los seres humanos son capaces de inventar cualquier cosa para poner en duda el poder de Dios —replicó Lincoln molesto.

—¿No es cierto que Uza, uno de los servidores de David, murió al tocar el arca? Puede que se tratara de algún tipo de descarga eléctrica —dijo Roosevelt.

—Eso son meras especulaciones —dijo Lincoln.

—No podemos saber lo que pasó hace miles de años —dijo Alicia.

—La Biblia describe claramente cómo sucedieron las cosas —dijo Lincoln.

—¿Cómo sabemos que dice la verdad? —preguntó Hércules.

—¿Por qué iba a mentir? ¿Acaso duda usted de los escritos de Platón o Aristóteles? —preguntó Lincoln.

—No, pero sus libros no los siguen a pies juntillas millones de personas en todo el mundo —dijo Hércules.

—Entiendo que es una cuestión de fe —dijo Roosevelt.

—Sí, es una cuestión de fe, pero la Biblia narra todos esos acontecimientos como verídicos, no como una especie de mitología especulativa.

—Sin duda son muy valiosos —dijo Alicia—, pero ponerlos en tela de juicio no significa que los demos por falsos.

—Será mejor que bajemos a tierra —dijo Roosevelt. Tomaron una pequeña barca y cruzaron a remo la distancia que los separaba.

Al llegar al campamento se sorprendieron de no ver a nadie. Buscaron entre las tiendas y en la boca del pozo, pero no vieron ni rastro de la expedición. Las bombas seguían en marcha y había un fuego encendido, pero los amigos de Roosevelt habían desaparecido.