Capítulo 105

Nueva York, 12 de febrero de 1916

Por la mañana todo parecía mucho más claro. Hércules y sus amigos habían dormido en la casa de Roosevelt y habían leído las noticias del incendio en los periódicos. Afortunadamente la capilla no había sufrido daños, el incendio se había limitado a la zona subterránea y según las noticias, el sótano viejo y abandonado había sido el único afectado. Se habían hallado varios cuerpos calcinados, pero no se había podido identificar a los cadáveres.

—Al final murió en su templo —dijo Hércules irónicamente.

—No está bien que se alegre de la muerte de nadie —dijo Alicia.

—Hércules tiene razón, ese tipo merecía morir —dijo Lincoln.

—Me sorprende esa actitud en usted —contestó Alicia, molesta.

Roosevelt entró en el salón y se unió a sus invitados.

—Espero que todo sea de su agrado.

—Muchas gracias por todo señor Roosevelt.

—Es lo mínimo que puedo hacer por ustedes —contestó el hombre.

—¿Ha leído la prensa? —preguntó Hércules.

—Sí, pero todo lo que digan esos periódicos lo pongo siempre en entredicho, su misión es vender más ejemplares, no llegar a la verdad.

—En eso estoy de acuerdo con usted —dijo Lincoln.

—¿Cómo sabía que el tesoro no estaba allí?

—Nuestra orden lleva siglos buscando el tesoro y uno de los sitios que conocíamos era esa vieja sala de los templarios.

—¿Usted conocía la sala? —preguntó Lincoln.

—Naturalmente, pero quería atraer al nuevo gran maestre. No pensaba que las cosas iban a terminar de ese modo, pero sabíamos que tramaban algo y teníamos que impedirlo. Desde el famoso gran maestro Albert Pike, los masones del Rito Escocés han conspirado para cambiar el gobierno de esta nación —dijo Roosevelt.

—Algo nos contaron de eso —dijo Alicia.

—Primero lucharon por el regreso de los Estuardo en Gran Bretaña, cuando vieron que todos sus intentos fracasaban, intentaron colocar a un candidato jacobita en el trono de Norteamérica en plena revolución, pero los Padres Fundadores se lo impidieron. Durante la guerra civil lo intentaron de nuevo mediante el Estado confederado, ahora era su último cartucho: en plena crisis, con el país al borde de la guerra… el dinero del tesoro y su poder político les habría dado la presidencia.

—¿Usted cree? —preguntó Alicia.

—Sin duda, eso es lo que buscaban. Todavía quedan muchos miembros de la Orden del Temple, pero sin su líder tardarán décadas en volver a organizarse.

—¿Por qué eran enemigos mortales suyos? —preguntó Hércules.

—La Orden de Orange se creó para combatir a los jacobitas y sus intentos de recuperar el poder. Si ellos se hubieran hecho de nuevo con el trono todos los avances parlamentarios y los derechos de los británicos se habrían perdido de nuevo. Nosotros quisimos garantizar esas libertades y proteger el protestantismo —dijo Roosevelt.

—Pero su orden también ha servido para reprimir a los católicos en Irlanda —replicó Alicia.

—Yo no rijo la orden, de todas formas la organización norteamericana y la irlandesa son completamente independientes —dijo Roosevelt.

—Entonces, ¿dónde está el tesoro? —preguntó Alicia.

—El tesoro está en una cueva en Nueva Escocia, en la isla de Oak.