Capítulo 80

En las costas de un nuevo continente, 18 de junio de 1314

Fragmento del libro de Jack London. Primera expedición templaria.

Las costas eran muy boscosas y apenas se veían indígenas. En cierto modo le recordaba a Noruega, su tierra natal. Muchos habían hablado de una nueva Jerusalén a este lado del océano, de grandes ciudades y maravillosos templos, pero estaba claro que aquellas tierras eran en su mayor parte vírgenes.

Atracaron en una bahía amplia salpicada de pequeñas islas. Los primeros días exploraron los alrededores y después construyeron unas cabañas de madera, el invierno podía echárseles encima y necesitaban un refugio y reunir el mayor número de comida posible. Uno de los barcos lo dedicaron para pescar y sazonar las provisiones, el resto de los hombres construyó una pequeña ciudad de la nada.

A un día de camino a pie encontraron el sitio perfecto para esconder el tesoro, una inmensa cueva con una entrada en el suelo. Únicamente tenían que acondicionarla. Estaba en mitad de una gran isla justo en la desembocadura de un gran río.

Andrew apuntó el lugar exacto de la cueva, sus hermanos tendrían que volver tarde o temprano allí para recuperar las riquezas de la orden. Dentro de poco sus enemigos morirían y una nueva generación recuperaría las posesiones robadas al Temple.

Llegó el invierno y tuvieron que refugiarse durante meses, la nieve lo cubría todo y el frío apenas les dejaba salir de las cabañas.

Cuando llegó la primavera todo estaba listo, prepararon el tesoro y lo colocaron en los distintos niveles, después volvieron a aprovisionarse, había pasado un año y desconocían cómo estaban las cosas en Escocia. Las presiones del papa para que todos los reinos persiguieran a sus hermanos podían haber terminado con su último refugio. Andrew tuvo la tentación de decir a sus hombres que se quedaban allí, pero al final embarcaron, dejando en las nuevas tierras uno de los barcos y cincuenta caballeros. Si las persecuciones arreciaban en Europa, se dirigirían todos a aquel refugio.

Zarparon en verano. Durante el viaje de regreso Andrew anotó el lugar exacto del escondite y lo guardó en un rollo de cuero para protegerlo de la humedad y el paso del tiempo. Aquel legado esperaría a sus hermanos hasta el momento oportuno, cuando su Señor reinara en el mundo por medio de sus hijos y todos los secretos fueran descubiertos.