Capítulo 76

Washington, 8 de febrero de 1916

Margaret observó la puerta. Estaba entreabierta. Sus carceleros le habían llevado la comida y en un descuido habían dejado el cerrojo sin echar. Se aproximó y miró por la rendija. No se veía a nadie. Abrió lentamente la puerta, que chirrió ligeramente. Después, de puntillas, caminó por el pasillo y subió por unas escaleras. En la planta superior, la luz artificial la cegó por unos instantes. Después se acercó a una de las ventanas y se arrojó sin pensarlo dos veces. Si moría al menos podría evitarse más sufrimientos, si sobrevivía confiaba en que alguien la ayudara.

El impacto no fue muy fuerte. El cristal estalló con facilidad y el césped amortiguó la caída. Cuando logró levantar la cabeza, se quedó sorprendida. Estaba a unos pasos del Capitolio, en el corazón mismo de Washington. Enseguida, un corro rodeó a la muchacha. Unos policías del Capitolio se aproximaron para comprobar qué sucedía.

La chica estaba vestida con una especie de camisón blanco, sucia y llena de arañazos y magulladuras. Tenía la mirada perdida y repetía incansablemente un nombre: Alicia.