Capítulo 73

Washington, 8 de febrero 1916

Laurence apareció una hora más tarde con un individuo muy atractivo. El acompañante era rubio, de ojos muy azules, tez blanca y figura esbelta. Iba elegantemente vestido con un traje cruzado y unos relucientes zapatos marrones.

—Déjenme que les presente al señor Jean Gagnon, es uno de los mayores especialistas en masonería a pesar de su juventud —dijo Laurence.

—Por desgracia ya no soy tan joven —bromeó Jean.

—¿Es usted francés? —preguntó Hércules.

—No, soy escocés, pero mi familia sí es de origen francés, aunque llevamos más de cien años en los Estados Unidos —comentó Jean sonriente.

Le ofrecieron un asiento y le pusieron en antecedentes.

—Es una historia increíble, yo creía que los templarios llevaban cientos de años extinguidos. Aunque lo cierto es que algunas sectas modernas se creen sus herederos —dijo Jean.

—¿Cómo cuáles? —preguntó Lincoln, al que no le terminaba de gustar el bibliotecario.

—Algunas tienen inspiración templaría o han sido creadas directamente por masones como la «Orden de la Luz», una secta creada por Maurice Vidal Postman a finales del siglo XIX. También es muy conocida la Societas Rosicruciana in Anglia, una secta ocultista fundada en 1866, que solo permite la entrada a masones de tercer grado y está presente en casi toda Europa y Sudamérica. Se cree que este grupo y el anterior crearon la secta satánica Alba Dorada.

—¡Qué interesante! —dijo Alicia.

—Pero hay mucho más; tal vez uno de los grupos más curiosos sea la secta rosacruciana norteamericana o Sociedad Rosacruciana en los Estados Unidos, fundada por masones rosacrucianos en 1880. Otro grupo rosacruciano es el fundado por Arthur Edward Waite llamado la «Fraternidad Rosa Cruz», fundado en 1915 e integrado por masones y rosacrucianos. Este tipo de sectas masónicas son muy numerosas y sus ideas suelen ser ocultistas, no son abiertamente proselitistas e intentan que sus actividades sean lo más discretas posibles, pero existen sectas más conocidas que han nacido en el seno de la masonería y algunas de ellas tienen millones de seguidores.

—No entiendo qué relación tienen con la masonería —dijo Hércules.

—Muchos de sus ritos y principios son masones, además la mayoría de sus componentes y sus fundadores también lo son —dijo Jean.

—¿Cuándo llegaron los masones a América? —preguntó Hércules.

—Es difícil de determinar. Hay muchas teorías, pero los expertos aseguran que los primeros masones llegaron a Norteamérica en el viaje de los primeros colonos anglosajones al continente en 1620, los famosos Padres Peregrinos, con las primeras logias en Nueva Inglaterra, pero la opinión de los historiadores es que la masonería fue introducida en Norteamérica por colonos holandeses que llegaron a Newport en Massachussets en 1650 —dijo Jean.

—¿Por los holandeses? —preguntó extrañado Laurence.

—Sí, los escritos de los masones nos hablan del establecimiento del primer masón en Norteamérica antes de 1704 con la llegada de Jonathan Belcher, nacido en Boston, pero iniciado por una logia de Londres. Tras su regreso a las colonias, Belcher fue nombrado gobernador de Massachussets y New Hampshire, pero la referencia a la creación de una logia en Jamestown, Virginia, en 1707 no está demostrada —dijo Jean.

—Entonces hubo masones en América casi desde el principio —dijo Alicia.

—Es normal, América fue fundada por aquellos que huían de la intolerancia religiosa y política —dijo Lincoln.

—Efectivamente, y entre ellos destacaba un grupo esotérico, el grupo de los rosacrucianos, que buscaban un lugar para poner en práctica las ideas de uno de sus más importantes maestros, sir Francis Bacon. Otras fuentes nombran al inglés John Skene, que en 1670 se inscribió en una logia en Aberdeen, viajó a las colonias en 1682 y se estableció en Nueva Jersey, como el primer masón en pisar Nueva Inglaterra.

—¿Quiénes eran los rosacrucianos? —preguntó Alicia.

—Los rosacrucianos fueron una sociedad secreta que surgió durante el siglo XVII. Su nombre hacía referencia a los principales símbolos utilizados por la orden, aunque ellos mismos presumían que su fraternidad provenía de una larga tradición y tenía miles de años. Las tres grandes obras rosacrucianas fueron escritas en 1614 y 1616. El primer libro, Fama Fraternitatis, estaba dirigido a la atención de los reyes y los científicos. El segundo libro, Confessio Fraternitatis, está firmado por el fundador de la orden, un tal Christian Rosenkreutz. El tercer y último libro, Christian Rosenkreutz, editado en París en 1623, se enfrenta abiertamente a la jerarquía católica y al papa. El escritor habría fundado la orden en el siglo XV después de un viaje a Tierra Santa, pero sus libros no se habrían publicado hasta el siglo XVII. Según una serie de leyendas que no están documentadas, los rosacrucianos se habrían establecido en América para desarrollar su ideal de sociedad, aunque no hay datos fidedignos que lo demuestren —dijo Jean.

—Todo eso me parece muy bien, pero ¿qué tiene eso que ver con los templarios? —dijo Lincoln.

Jean sonrió al hombre y se puso en pie, cogió uno de los libros que todavía estaban en el carrito y lo abrió. Aparecieron antes sus ojos algunos símbolos bastante misteriosos.

—Uno de los ritos masónicos, el Rito Escocés, es el que ha heredado casi toda la simbología de los templarios —dijo Jean.

—Eso ya lo sabemos —dijo Lincoln.

Jean volvió a sonreír.

—Pero lo que tal vez no sepan es que desde hace más de cincuenta años, los masones de Rito Escocés han planeado hacerse con el poder en los Estados Unidos —dijo Jean.