Washington, 6 de febrero de 1916
El hospital de Georgetown era una vieja institución fundada por los jesuitas. A muchos no les gustaba el hospital porque los estudiantes tenían que practicar con los pacientes, pero era una de las instituciones que más se ocupaba de la gente necesitada de la ciudad.
Lincoln caminaba de un lado al otro de la sala esperando noticias. Alicia y él eran los únicos que no habían necesitado una revisión médica. La madre de Ana había fallecido, Hércules estaba herido y su padre se debatía entre la vida y la muerte.
—Todo saldrá bien —dijo Alicia poniendo una mano sobre su hombro.
—No estoy tan seguro, parecía muy grave. No sé cuántas balas lo han alcanzado.
—Tu padre es un hombre fuerte.
—Es demasiado mayor, tiene ochenta años.
—Los médicos saben lo que hacen —dijo Alicia intentando tranquilizarle.
—Lo peor de todo es que hoy me comporté de una manera totalmente injusta, pero no lo puedo evitar, él me recuerda a todo lo que he renunciado y a lo que pude haber sido.
Lincoln se sentó y se inclinó hacia delante con las manos en la cabeza. Su mente bullía de recuerdos. Había sido un niño feliz a pesar de las discriminaciones que había sufrido, sus padres siempre lo habían valorado y hasta la adolescencia no se había enfrentado nunca a las decisiones paternas.
Un hombre vestido con una bata blanca entró en la sala.
—¿Familiares del reverendo Lincoln?
—Sí —dijo Lincoln ansioso.
—Siento comunicarle que su padre acaba de fallecer. Las heridas eran demasiado graves, tenía un pulmón perforado y el hígado deshecho. Además, su enfermedad no ha contribuido a ayudarle —dijo el doctor.
—¿Qué enfermedad?
—Su padre sufría desde hacía más de un año una enfermedad degenerativa. Le habíamos dado apenas unos meses de vida —dijo el doctor.
Lincoln se quedó sin palabras, conteniendo el aliento. Alicia lo abrazó y el médico le dio la mano.
—Lo lamento.
Cuando se quedaron solos, Lincoln hundió su cara sobre el hombro de la mujer y comenzó a llorar. Toda aquella rabia contenida, el miedo y el dolor afloraron y rompieron todas sus resistencias.
—Cariño —dijo Alicia abrazándole con fuerza hasta que el llanto comenzó a cesar.