Washington, 4 de febrero de 1916
El tío de Lincoln comenzó a pasear entre las estanterías mientras les hablaba de la historia de Washington.
—La ciudad de Washington, capital del Estado federal y modelo de construcción masónica, está ligada al carácter y la personalidad del propio George Washington. Después de la firma de la Constitución surgió el deseo de crear una capital digna del nuevo Estado. El 25 de junio de 1788, Maryland cedió quince kilómetros de su territorio al Congreso, como se especificaba en la Constitución, para que esa tierra, más conocida como el distrito de Columbia, se convirtiera en la sede de la capital.
—¿Por eso tiene ese nombre? —preguntó Alicia.
—Se barajaron diferentes nombres. Algunos querían llamar a la capital Roma. Es evidente que los Padres Fundadores se inspiraron en el Imperio romano a la hora de fundar la ciudad.
—Washington fue el primer presidente, ¿verdad? —preguntó Hércules.
—Casi un año más tarde, el 4 de febrero de 1789, Washington fue elegido presidente de los Estados Unidos y John Adams, su vicepresidente. Pero hay un dato más curioso. La ceremonia de poderes se celebró el 30 de abril de ese mismo año. El carácter de la ceremonia fue marcadamente masónico —dijo el tío de Lincoln.
—¿Masónico? —dijeron Hércules y Alicia a la vez.
—Esto es algo que mucha gente desconoce, pero Washington y algunos de los hombres más importantes de la revolución era masones. De hecho, hasta el juramento fue tomado por Robert Livingston, gran maestre de la Gran Logia de Nueva York. La ceremonia fue dirigida por el masón general Jacob Morton. Al candidato le escoltó el general Morgan Lewis, otro masón. Washington juró la Constitución sobre la Biblia de la Logia n.º 1 de San Juan de Nueva York. Trece días antes, Benjamín Franklin había muerto, lo que había supuesto una gran conmoción para la nación.
—Es increíble —dijo Alicia.
—Paralelamente, en mayo de ese mismo año se reunían los Estados Generales en Francia, unos meses después, el 17 de junio se constituía la Asamblea Nacional que terminaría por provocar la revolución francesa —dijo Laurence.
—¿Insinúa que la masonería estaba detrás de las dos revoluciones? —preguntó Hércules.
—Más que insinuarlo, lo afirmo tajantemente. Pero volvamos a la construcción de la ciudad, aunque para eso será mejor que salgamos y veamos el Capitolio.
El hombre tomó su abrigo y los cuatro se dirigieron hasta el edificio más importante de la nación después de la Casa Blanca.
—Pasaron unos años hasta que se edificó el Congreso; el 18 de septiembre de 1793 se colocó oficialmente la primera piedra del edificio. La ceremonia estuvo presidida por la Gran Logia de Maryland y Washington dirigió el acto. En la ceremonia estaban presentes todas las logias de Maryland y representantes de la de Alexandria y Virginia, que presidía el propio Washington —dijo Laurence.
—Debió de ser una ceremonia impresionante —dijo Lincoln.
—Los norteamericanos saben hacer ese tipo de cosas —dijo Hércules.
El tío de Lincoln continuó con el relato ignorando los comentarios, como si no pudiera interrumpir su relato.
—Se organizó un desfile. En él participó una compañía de artillería y las logias luciendo sus insignias masónicas. Washington se aproximó al foso y colocó la piedra, en el foso se introdujeron maíz, vino y aceite, símbolos masónicos. Los representantes de las logias entregaron a Washington una placa en la que estaba grabado el nombre de todas las logias que participaban en el acto. Washington rezó y dio un breve discurso. Llevaba encima los símbolos masones de la trulla de plata, la escuadra y el nivel, además del mandil masónico que todavía se conserva en un museo.
—¿Quién diseñó la ciudad? —preguntó Hércules.
—La construcción de la capital estaba a cargo del arquitecto masón Pierre L’Enfant, su diseño encerraba todo el simbolismo masónico. Cuando Pierre L’Enfant trazó los planos de la capital tenía la intención de que el Capitolio, la Casa Blanca y el monumento a Washington se convirtieran en los puntos focales de la ciudad. Pierre dibujó los planos de la ciudad siguiendo las notas topográficas de Andrews Ellicott, a petición de George Washington. El plano sufrió algunas modificaciones por las ideas aportadas por Washington y Thomas Jefferson; el propio Jefferson facilitó a Pierre los planos de algunas ciudades europeas que él consideraba ideales, como modelos para la futura capital.
—Es increíble, en Hispanoamérica sucedió lo mismo. Se pudieron construir ciudades enteras de la nada —dijo Alicia.
—En el caso de Washington, no solo se diseñó una ciudad de la nada, se buscó constituir un simbolismo especial, que representaba una serie de valores y también escondía sus misterios. Naturalmente, los políticos tenían su propia idea de la ciudad y el Congreso también propuso algunas modificaciones al proyecto original, para desesperación de sus diseñadores.
—¿Quién era el otro arquitecto? —preguntó Alicia.
—Andrew Ellicott había nacido en Backs, Pensilvania, y su familia, de origen galés, seguía una larga tradición de artesanos. Andrew sirvió en el ejército durante la guerra de Independencia, era amigo personal de Washington, Franklin y David Rittenhouse, todos ellos masones como él. Trabajó como ingeniero civil y ayudó a trazar las fronteras de Virginia, Pensilvania y Nueva York. En 1790, Ellicott recibió el encargo del Gobierno de topografiar la nueva capital federal, convirtiéndose más tarde en topógrafo general de los Estados Unidos.
—¿Todos eran masones? No creo que sea coincidencia —dijo Alicia.
—Miren el caso de Pierre Charles L’Enfant; nació en París el 2 de agosto de 1754. Era hijo de un conocido pintor. En 1777 obtuvo el permiso real para luchar a favor de los colonos. En 1779 fue nombrado oficial del cuerpo de ingenieros. Fue herido en Savannah y capturado en el sitio de Charleston. Era masón y se cree que fundó una logia en Cincinnati. En 1779, George Washington le encargó el diseño de los edificios públicos de la futura capital. Naturalmente lo hizo porque compartían una misma visión del mundo.
—¿Por qué se eligió este lugar? —preguntó Hércules.
—Muchos pensaron que no era el mejor sitio. La zona elegida para establecer la capital era boscosa y pantanosa. Hubo que drenar el terreno y una década más tarde, cuando la Casa Blanca estaba a medio hacer, al igual que el Capitolio, la que iba a ser la avenida Pennsylvania aún era una maraña de arbustos y lodazales —comentó el tío de Lincoln.
—Pero ¿cómo se puede hacer una ciudad de la nada? —preguntó Alicia.
—La ciudad comenzó a crecer muy lentamente. No se crea que fue siempre así. En 1790 apenas había 2000 habitantes en los alrededores; diez años más tarde apenas alcanzaban los 3210, de los que 623 eran esclavos, en 1810 era de 6771 personas, de las que 1437 eran esclavos.
Se acercaron a la fachada principal del Capitolio y ascendieron por la escalinata.
—No puedo entretenerme en entrar ahora —dijo el tío de Lincoln—, pero hay unos datos curiosos que tienen que tomar en cuenta cuando lo visiten. En el propio monumento del Capitolio, en la hoja izquierda de la puerta del Senado hay un panel, diseñado en 1868, en el que se ve a Washington participando en la ceremonia de dedicación. Uno de los caballeros que están a la espalda de Washington sostiene dos escuadras y el presidente lleva en la mano una paleta. Todos llevan el mandil, un símbolo claramente masónico. En las oraciones que hizo Washington se invocó al Gran Arquitecto, nombre con el que los masones denominaban al Creador. En el techo abovedado del ala del Congreso en el Capitolio se ve a Washington inaugurando el Capitolio.
—¿También fueron masones los que diseñaron el edificio? —preguntó Alicia.
—Los arquitectos y diseñadores del Capitolio fueron masones. Las ceremonias de dedicación y colocación de la piedra angular fueron masónicas. No se trata de un simple trato de favor entre hermanos, sino de un premeditado intento de dedicar los futuros edificios gubernativos a las ideas y creencias masónicas. Los constructores y diseñadores eran masones, por eso la orientación de los edificios siguió un complejo sistema simbólico. Los arquitectos utilizaban un acimut, que les ayudaba a orientar a sus edificios con las estrellas. El constructor de la cúpula del Capitolio, Charles Bulfinch también era masón. El simbolismo masónico no se limita a los diseñadores y sus ceremonias de inauguración. Todos los edificios tienen símbolos masónicos en su decoración. El pabellón de los elementos es un claro ejemplo. En él se simboliza a los cuatro elementos: fuego, aire, tierra y agua. En el centro del techo hay una imagen de Apolo subido a un carro con cuatro caballos que simboliza al Sol. Elementos parecidos se encuentran en la biblioteca y otras salas del edificio.
—Es increíble —dijo Hércules.
Dejaron la fachada del Capitolio y se dirigieron hasta la Casa Blanca. Su fachada reluciente apenas contrastaba con la nieve que cubría el jardín, como si el edificio estuviera construido de hielo.
—El arquitecto nombrado para construir la Casa Blanca fue James Hoban, un arquitecto irlandés que había diseñado el capitolio de Carolina del Sur. Hoban se hizo masón al llegar a Norteamérica y perteneció a la logia n.º 9 de Georgetown. La Casa Blanca mantuvo su esbozo original, pero el interior fue construido de nuevo en 1814, tras el incendio provocado por las tropas británicas tras la invasión de la capital.
—No sabía que los ingleses llegaron a destruir Washington —dijo Alicia.
—Un dato más curioso es que se hizo un horóscopo oficial, antes de inaugurar el edificio —dijo el tío de Lincoln.
—¿Un horóscopo? Yo creía que la democracia norteamericana era secular y racional —dijo Hércules.
—La mayoría de los Padres Fundadores eran deístas, aunque también los había cristianos, pero lo que más destaca es el gran número de masones. Curiosamente, todo esto que les cuento fue ocultado durante mucho tiempo y en algunos casos se negó la participación de masones o la realización de ritos masónicos en actos oficiales, pero se han conservado numerosos documentos que describen las dedicaciones y a sus participantes. Además, los actos fueron públicos y a plena luz del día, estando presente el propio presidente de los Estados Unidos, lo que marcaba el carácter oficial del acto.
—¿Hay edificios no oficiales construidos por masones? —preguntó Hércules.
—Son numerosos los edificios realizados por masones en la ciudad. Uno de los más conocidos es la gran torre de la Casa del Templo, diseñada por los masones del Rito Escocés. La dedicación de la capital a la masonería es clara, lo que demuestra la influencia que esta tuvo en los inicios de la República, especialmente bajo la presidencia de Washington.
Después de aquella lección de arquitectura, Hércules y sus amigos decidieron regresar al hotel. Les había impresionado la gran influencia de la masonería en la ciudad. Lincoln quedó con su tío para que al día siguiente por la mañana les acompañara a Alexandria, donde el senador había quedado con su contacto.