Mar Caribe, 30 de enero de 1916
La muchacha caminaba de un lado al otro del camarote. A veces sollozaba, otras, cabizbaja, murmuraba cosas sin sentido. Alicia intentaba tranquilizarla, pero todo era inútil. La hija del senador había perdido a su madre hacía tan solo un año y si su padre estaba muerto, no quería ni pensar en lo que estaría dispuesta a hacer.
—Margaret, todo va a salir bien. Posiblemente tu padre haya perdido el conocimiento o se ha dado un golpe y está desorientado —dijo Alicia poniéndose en pie.
—¡Está muerto! ¡Me ha dejado, como mamá! ¿Para qué quiero vivir ahora? ¿Quién cuidará de mí? —gritaba la muchacha con la cara desencajada y los ojos llenos de lágrimas.
—Yo perdí a mi madre siendo niña y mi padre falleció hace un año, pero he logrado sobreponerme.
—Pero tú eres mayor y tienes a Hércules y Lincoln, mientras que yo estoy sola.
—Cuando fallecen tus seres queridos siempre estás sola, nadie puede acompañarte en esos momentos de dolor —dijo Alicia abrazando a la chica.
—Pues yo no puedo vivir sin él —dijo la muchacha derrumbándose en sus brazos.
En ese momento se escuchó un fuerte ruido en la puerta del camarote y dos hombres encapuchados irrumpieron armados. Alicia acertó a empujar a Margaret hacia el baño y se encerraron con llave.
Los asaltantes intentaron derrumbar la puerta, pero al final uno de ellos comentó que era mejor que se dieran prisa y comenzaron a registrar la habitación.
Alicia pegó el oído a la puerta, los hombres removieron todos los objetos y rompieron lo que encontraron a su paso. Unos minutos después, se hizo el silencio. La mujer no sabía si atreverse a salir o quedarse quieta hasta que alguien viniera a
ayudarlas. Entonces escuchó la voz de Hércules y quitó el pestillo. El camarote estaba destrozado. Sus amigos caminaron sobre la ropa y los cachivaches hasta llegar a ellas. Alicia se abrazó aún temblorosa a Hércules.
—Dios mío, creía que no volvería a veros.
—¿Dónde está mi padre? —preguntó la chica inquieta.
Todos se quedaron en silencio. No hicieron falta más palabras. Margaret comenzó a llorar amargamente.