Capítulo 6

Mar Caribe, 30 de enero de 1916

El cadáver se encontraba retorcido sobre la cubierta. Los dos marineros estaban a un par de metros y el capitán y dos oficiales esperaban a cierta distancia. Hércules y Lincoln comenzaron a examinar el escenario. Movieron el cuerpo con cuidado para comprobar que estaba muerto, le examinaron, registraron y cogieron algunas muestras.

—Por favor acerque la luz —dijo Hércules a su amigo.

El rostro del senador reflejaba pánico. En muchas ocasiones la muerte mantenía la expresión de los últimos segundos de vida del cadáver.

—¿Murió al caer? —preguntó Lincoln.

—No lo creo; sígame.

Hércules regresó a la otra cubierta e intentó reconstruir los hechos, pero había cosas que no entendía. Al final el capitán se acercó a él, impaciente.

—¿Cómo ha sucedido? Ha sido un accidente, ¿verdad?

—No podemos asegurarlo cien por cien, pero creo que estamos ante un asesinato —dijo Hércules sin dar más rodeos.

—¿Un asesinato en mi barco? —preguntó el capitán escandalizado. Sus bigotes rubios se tensaron al fruncir los labios y sus pobladas cejas grises se arquearon intentando asimilar el golpe.

—He dicho que es lo más probable.

—Un asesino en el barco, eso es la ruina. La gente viaja en nuestra compañía porque quiere alejarse del monstruo de la guerra, aquí se sienten seguros. ¿Qué pensarán cuando descubran que cualquiera puede matarles en el barco? —dijo el capitán.

—Sin duda el hombre que mató al senador no era un delincuente común, tenía la intención de matar y buscaba algo. Observe —dijo Hércules acercándose al cadáver.

Regresaron a la cubierta inferior y el grupo se aproximó y escuchó las explicaciones atentamente.

—Los bolsillos han sido registrados. Este incluso se rasgó. El hombre que hizo esto buscaba algo.

—¿Cómo sabe que se trataba de un hombre? —preguntó uno de los oficiales.

—El asesino golpeó con un objeto contundente la cabeza del senador, después lo levantó y lo arrojó por aquella barandilla para simular un accidente. Hay huellas de manos en la barandilla y rastro de sangre. El golpe en la cabeza lo recibió antes de caer. Pero el senador no murió al instante —dijo Hércules.

—¿No? —preguntó extrañado el capitán.

—Le dio tiempo a arañar el suelo del barco con una llave. Escribió algo que todavía no hemos logrado descifrar —dijo Hércules.

—¿Qué escribió? —inquirió Lincoln.

—Mírelo usted mismo —dijo Hércules, y pidió a Lincoln que aproximara la luz, pero el capitán no pudo entender nada. Aquello parecía una serie de garabatos sin sentido.